Tras
el arca con la imagen yacente de Cristo desfila la tapa de la misma que será
sellada en el Campo del Toro y detrás viene, ahora, un gran palio negro con
ocho varales. Es un elemento tan importante que su pérdida durante la Guerra de
la Independencia fue uno de los motivos aducidos para suspender la celebración
del Entierro de Cristo.
El palio es una pieza que en la Liturgia denota respeto y su color puede ser blanco o negro. Bajo palio blanco desfila el Santísimo Sacramento en la procesión del Corpus o determinadas imágenes marianas. Bajo palio entraban en los templos determinadas dignidades eclesiásticas o civiles que tenían reconocido este privilegio. El negro es propio de la Semana Santa y bajo palio negro desfilan las hermosas imágenes de la Virgen o de Cristo en Andalucía y otros lugares.
En
Borja el arca lo hacía bajo el palio inicialmente pero, en un momento
determinado, posiblemente a consecuencia de la estrechez de las calles se tomó
la decisión de que el palio negro fuera detrás, cubriéndola únicamente tras ser
depositada en el tablado donde se procede a su sellado. Sus dimensiones obligan
a forzar los varales para que el sacerdote que inciensa el arca pueda dar la
vuelta, al igual que ocurre después con el centurión.
Pero
esa anomalía de que la imagen de Cristo no desfile bajo palio se da también en
el caso de la Virgen de la Peana ya que, por acuerdo del cabildo el 8 de
diciembre de 1650, tiene el privilegio de hacerlo. Son los dos únicos casos
documentados en nuestra ciudad. Pero la peana o trono de nuestra Patrona
tampoco dispone de palio (que sería blanco en este caso). La razón que se
aducía era que si lo llevara, no podría verse la imagen de la Virgen desde los balcones,
aunque no creemos que ello fuera motivo suficiente para privarle de ese honor.
Sigue
después el llamado “Velo del Templo” que actualmente se encuentra instalado en
un pequeño retablo que marcha sobre ruedas conducido por los miembros de la
cofradía de San Bartolomé.
Éste sí
que es uno de los elementos característicos de nuestro Entierro de Cristo, dado
que cuando el centurión golpea la caja tras haber colocado el primer sello, el
velo se rasga, apareciendo la pintura que se ve en esta imagen, la cual lleva
la inscripción “Velvm templi”. Viene a recordar el pasaje evangélico que
relatan los tres evangelios sinópticos: Inmediatamente después de expirar
Cristo “el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo”. Ese velo era el
que separaba el Sancta Sanctorum del resto del recinto y al que sólo podía
acceder el Sumo Sacerdote una vez al año. Lo acaecido al romperse tenía, por lo
tanto, un profundo sentido simbólico ya que representaba el fin de una etapa y
el inicio de una nueva en la que el culto a Dios no quedaba circunscrito a ese
recinto sagrado de Jerusalén.
Todavía
hemos conocido la época en la que el velo estaba cubierto por dos grandes
chapas metálicas con paños blancos que, al ser accionadas por un resorte, se
abrían en tijera cayendo con gran estrépito entre los aplausos del público
cuando coincidía con el golpe del centurión.
Después
se instaló en su sencillo marco de madera con unas cortinas que se descorrían,
ya sin ruido, lo que no gustó inicialmente. Las fotografías anteriores
corresponden a esa etapa ya que no tenemos imágenes del modelo metálico.
La
cofradía de San Bartolomé, siempre innovadora, decidió adaptar ese pequeño
retablo que antes comentamos el cual inicialmente era llevado a hombros por sus
cofrades que, para entonces, ya habían cambiado el hábito negro (o azulado) por
el actual. Después llegó la mecanización y aunque siempre se espera que el velo
se abra o “rompa” en el momento oportuno ya no es lo mismo que antaño.
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