Magallón
puede enorgullecerse de tener entre sus hijos más ilustres a José de Casanova,
uno de los más importantes calígrafos españoles, al que incluimos en nuestro Diccionario Biográfico, aunque en
aquellos momentos los datos de los que disponíamos eran escasos e incluso
equivocados (por lo que respecta a la fecha de nacimiento). Nos habíamos basado
en la información ofrecida por Latassa y la voz que le dedicaba la enciclopedia
Espasa.
Ahora, hemos conocido y encargado el Diccionario Biográfico y Bibliográfico de Calígrafos Españoles que escribió D. Emilio Cotarelo y Morí, publicado en 1913 tras haber sido galardonado por la Biblioteca Nacional en un concurso público celebrado en 1906.
En
primer lugar, D. Emilio Cotarelo dio a conocer que era hijo de Juan de Casanova
y de María Perez, una familia hidalga de Magallón que tuvo cuatro hijos, todos
ellos separados por un intervalo de dos años. En 1611 nació el mayor, al que se
le puso el nombre de Juan, como el padre. En 1613 nació José, que fue bautizado
el 20 de marzo de 1613 por D. Pedro Arnal, vicario de la parroquia, siendo
padrinos Mateo Casalesar y Ángela Gimeno. En 1615 nació María y, dos años
después, el menor de los hijos que se llamó Pedro.
Las
armas de la familia que aparecen sobre su retrato en el grabado con el que se
abría su obra, a la que luego me referiré, eran una faja de plata cargada con
tres estrellas de sable sobre campo de azur.
Pero,
ser de familia hidalga que había probado su nobleza ante la Real Audiencia no
era sinónimo de fortuna, sino que por el contrario sus limitados recursos
obligaron a José a abandonar su casa de Magallón, llevando como principal dote
las virtudes que figuraron en su lema: “Labor et constantia”, trabajo y
constancia o tenacidad, merced a las cuales pudo labrar su fama.
Se
ignora donde aprendió el arte de la caligrafía y quiénes fueron sus maestros.
D. Emilio Cotarelo aventuraba la posibilidad de que hubiera iniciado su
aprendizaje en Magallón. Que allí aprendió las primeras letras y algo más, pero
tuvo que ser alguno de los buenos calígrafos que por entonces había en la
capital aragonesa quien le formara como calígrafo.
Era
muy joven todavía cuando inició su andadura profesional por diversos lugares de
España, viviendo siempre del manejo de su pluma, hasta que vino a obtener empleo
como oficial de un secretario de la Real Chancillería de Valladolid, de donde
hacia 1639 pasó a Madrid.
Con el título de maestro abrió escuela que pronto alcanzó gran renombre, llegando a contar en 1642 con 93 alumnos de “escribir y contar” y 48 “solo de leer”. Un año antes había contraído matrimonio con Dª. Isabel del Pino, hija de D. José del Pino y Dª. María de la Cruz aunque ambos fallecidos.
Casanova
había alcanzado el más alto grado de su profesión, el de examinador y comenzó a
preparar la obra que le dio fama, la Primera
parte del Arte de Escribir que publicó en 1650, dedicándola a Felipe IV.
De la minuciosidad que
caracterizaba su trabajo constituye buena prueba el que no confiase en ningún
grabador para las ilustraciones de su libro, aprendiendo ese oficio con gran esfuerzo,
de manera que las 30 láminas de escritura que se insertan fueron realizadas
personalmente por él. Únicamente aquella en la que aparece su retrato se
encargo de grabarla Pedro de Villafranca.
Pero,
Casanova emprendió otros negocios gracias a los cuales pudo acrecentar su fortuna.
Uno de ellos fue la contrata para abastecer a las carbonerías de la Corte con
el carbón que fabricaba con la leña cortada de un monte de la localidad de la
Torre de Esteban Hambrán, en la provincia de Toledo.
La
dedicación a sus empresas le obligó a clausurar su escuela y a presentar su
renuncia como examinador, dedicándose muchos años a los negocios con el
suficiente éxito para ser considerado un hombre rico.
A
través del testamento otorgado en 1685, sabemos que tuvo los siguientes hijos:
Antolín, casado con Dª. Juana de Peñas; José Antonio (fallecido al otorgar el
testamento) que contrajo matrimonio con Dª. Francisca de Peñas (no era hermana de
su concuñada); Josefa, monja profesa del convento de la Piedad Bernarda de
Vallecas; Casiano, religioso profeso franciscano.
Todavía
vivió hasta el 7 de marzo de 1692, fecha en la que falleció cuando estaba a
punto de cumplir los 79 años. Miembro de la Congregación de San Casiano de la
que formaban parte los calígrafos y de la Venerable Orden Tercera, fue
amortajado con el hábito de ésta y enterrado, como había dispuesto, en el
convento de los Agonizantes de San Camilo que estaba en la calle Fuencarral.
Fundado en 1643 fue derribado en 1836, tras la Desamortización.
Sus
restos desaparecieron pero su recuerdo permanece en su obra y hasta en la
Literatura, dado que su fama le hizo acreedor a composiciones laudatorias de
ilustres poetas, entre ellos D. Pedro Calderón de la Barca que dedicó al
ilustre magallonero el siguiente soneto:
De cuantas artes, cuantas ciencias fueron
alma del mundo origen excelente,
fue aquel callado idioma que elocuente
o papeles o láminas nos dieron.
Pues en doctos caracteres pudieron
hacer de lo pretérito presente,
hablar lo mudo y percibir lo ausente,
los que en la estampa a no morir
murieron,.
Luego si da el que talla o el que
escribe
duraciones que el tiempo no consuma,
por quien su autor segundo ser recibe.
Tu magisterio de inmortal presuma,
¡Oh Joseph! Desde hoy, pues desde hoy
vive
la edad de tu buril y de tu pluma.
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