Hace
años, el P. Luis Arcos ante algunas críticas por la excesiva duración de sus
homilías, nos ponía como ejemplo a sus feligreses del Congo, donde ejercía su
ministerio pastoral como misionero, los cuales debían recorrer muchos
kilómetros, cada domingo, para asistir a la celebración del Santo Sacrificio de
la Misa, sin importarles la duración de la misma.
Por razones que algunos ya comprenden y otros lo comprenderán pronto, hemos decidido imitar a los cristianos congoleños, viajando algo más cómodamente que ellos hasta San Martín de la Virgen del Moncayo para cumplir cada semana con lo que antes se llamaba el precepto dominical.
Las
molestias del viaje se ven sobradamente compensadas por la experiencia
espiritual en un templo surgido como consecuencia del amor de un hombre hacia
su localidad natal, pero también por la posibilidad de disfrutar de la belleza
de una localidad que sus vecinos cuidan con mimo.
Para
quienes, desde hace tiempo, hemos emprendido una cruzada particular para
estimular la decoración floral de nuestras localidades, ver en San Martín la
profusión de flores de todo tipo, desde la Casa Consistorial a las de la mayor
parte de los edificios privados, constituye un auténtico placer.
Si
a ello, añadimos la posibilidad de disfrutar de una excelente comida en el
restaurante “El Fogón” (de raíces borjanas) como hicimos nosotros, el
peregrinaje forzado a San Martín, compensa con creces. El problema es que ya
somos bastantes los que vamos hasta allí y como se lleguen a organizar viajes
en autobús, las cuestiones logísticas se van a complicar. Habrá que ofrecer
otras alternativas, como Lituénigo que también es precioso y cuenta con una comunidad
parroquial muy bien atendida.
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