El
14 de marzo de 1972, dos aviones F4 Phantom D norteamericanos pertenecientes a
la base de Spangdahlem que regresaban a la base de Zaragoza, tras haber
efectuado prácticas de tiro en el polígono de las Bardenas, colisionaron sobre
El Buste, pereciendo en el siniestro los cuatro tripulantes.
Habían
sobrevolado el casco urbano a muy baja altura para ir a impactar contra el
llamado puntal de San Roque. Trozos del
fuselaje cayeron sobre las casas de la localidad, provocando pequeños
incendios, aunque milagrosamente no se registraron víctimas.
El suceso causó una gran conmoción y hasta el lugar del accidente se desplazaron, en un primer momento, efectivos de la Cruz Roja de Borja y los bomberos de Tarazona, así como los alcaldes de ambas ciudades, aunque de las labores de rescate se hicieron cargo inmediatamente las autoridades militares.
Al
cumplirse 50 años de tragedia, el Ayuntamiento de El Buste quiso dedicar un
recuerdo a las víctimas, erigiendo un monumento de cuya inauguración dimos
cuenta en este blog, aunque en ese momento no pudimos dar los nombres de las
autoridades que habían asistido. Recurriendo al archivo de Heraldo de Aragón hemos sabido que estuvo presente el Jefe de la
Base Aérea de Zaragoza, el General de Brigada del Ejército del Aire D. Antonio
Francisco Nebot que ese mismo día fue nombrado Hijo Adoptivo de El Buste; el
Subdelegado del Gobierno en Zaragoza D. Fernando Beltrán Blázquez; el Coronel
Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Zaragoza D. José Antonio
Mingorance López; el Diputado Provincial del Distrito D. Pedro Feliciano Tabuenca
López; y el Alcalde de El Buste D. José Ángel Villalba Ruiz, entre otras autoridades.
La bendición del monumento fue realizada por el Vicario Regional y Coronel del
Cuerpo Eclesiástico D. Wenceslao Sanz Gil que es natural de El Buste.
Comoquiera que no habíamos
visitado el monumento, el pasado sábado nos desplazamos hasta allí, superando
con éxito el ascenso hasta el hermoso lugar en el que fue emplazado, sobre el
farallón en el que impactaron los dos aparatos.
El
monumento está constituido por el empenaje de cola de un F-4 Phantom, cedido
por la US Air Force, que se encontraba en la Base de Rota para su desguace y
que fue minuciosamente restaurado en la Base Aérea de Zaragoza.
Uno
de sus laterales luce la librea característica de los aparatos del Ala de Caza
nº 12 del Ejército del Aire español, con su distintivo del gato y la leyenda “No
le busques tres pies...”. Este Ala había sido constituida en marzo de 1971, con
aviones Phantom que habían participado en la guerra del Vietnam.
En el otro lado, los
colores de la librea corresponden a los del 23d Fighter Squadron, una unidad de dilatada trayectoria, pues había sido
creada en 1939, que en el momento del accidente estaba destinada en la citada
base aérea alemana de Spangdahlem,
a la que pertenecían los aparatos siniestrados, cuyos números de identificación
eran 65-0708 y 66-7651, mientras que las letras SP hacen referencia a la base y
AF a Air Force.
Una placa rinde homenaje a los pilotos
fallecidos que eran, en el aparato 65-0708 el Major (Comandante) Rex M. Stewart
y el 1/Lt.(Teniente) Daniel W. Whipps. En el aparato 66-7651 el Captain
(Capitán) Robert L. Morris y el 1/Lt. (Teniente) Robert O. Ward.
En otra se recuerda al personal de la Agrupación
de la Base Aérea de Zaragoza que llevó a cabo la restauración de esa parte del
caza. En concreto, el Comandante D. Roberto Sánchez Aguiñiga; el Subteniente D.
Pedro Luis Sánchez López a cuyo nombre se añade el que suponemos es su apodo “El
Cangrejo”, algo poco frecuente; y D. Mariano Pérez Galarraga y D. Pedro Ángel
de Cortés Conesa, ambos pertenecientes al personal laboral de la Agrupación.
Junto al monumento se ha colocado un
panel explicativo de las circunstancias del accidente y todo el entorno ha sido
acondicionado para facilitar la visita y contemplar desde allí unas hermosas
vistas. Aunque nosotros hicimos todo el trayecto a pie, se puede acceder en
coche a través de un camino pavimentado que parte de la entrada de la población
hasta los depósitos de agua. Desde allí, el último tramo debe hacerse a pie por
una senda sin pavimentar.
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