Finalizamos nuestras crónicas del acto celebrado el pasado viernes en Ruesta, con las imágenes del recorrido por las calles de esa localidad que, en 1962, tuvo que ser abandonada por sus 368 habitantes, al quedar inundadas sus tierras de cultivo por las aguas del pantano de Yesa.
Tuvimos
la oportunidad de pasear entre las ruinas de sus casas solos, en primer lugar,
y posteriormente acompañados por el arquitecto D. Sergio Sebastián Franco,
responsable de las obras de consolidación que han merecido el Premio Hispania Nostra,
que nos ayudó a comprender lo que allí está sucediendo.
A
la derecha de la entrada de la población se encuentra la llamada “casa del
chocolatero” que tenía un amplio balcón que, en la primera imagen, aparece
arruinado, mientras en la segunda se puede apreciar la intervención realizada
que, en principio, nos pareció inacabada, cuando como nos explicó el arquitecto
responde a otros planteamientos.
A
la izquierda, llama la atención un amplio edificio de características muy
diferentes a las del resto. Se trata del Auditorio dedicado a Ramón Acín por la
Confederación General de Trabajadores a la que, en 1988, le fue cedido el
pueblo abandonado.
La
CGT rehabilitó dos antiguas viviendas, Casa Valentín y Casa Alfonso, que hoy
son utilizadas como albergue de peregrinos. Disponen de habitaciones, cafetería
y restaurante.
Pero
el resto del conjunto de edificios, presididos por la mole de su antiguo
castillo está en ruinas y es en ellas donde se ha centrado la intervención del
arquitecto. Algunas de ellas son muy llamativas como la antigua iglesia
parroquial en la que, no hace mucho tiempo, se ha hundido una parte de su
cubierta, a la altura del coro.
La actuación llevada a cabo por el equipo de arquitectos que
dirige Sergio Sebastián, responde al Plan Director que fue elaborado
previamente con minuciosidad, tras realizar un levantamiento topográfico muy
detallado, con la ayuda de drones.
Se procedió después a la realización de trabajos de consolidación estructural de muchas de las casas que
aún se mantenían en pie y en la retirada de los escombros de aquellas ya
derrumbadas.
Las intervenciones posteriores pueden
ser catalogadas como “minimalistas”, dado que, como él mismo señalaba, son
apenas sugerencias, breves detalles, como un vano con mallazo, unas bisagras
con unos tornillos, unas maderas que entonan al tiempo con el color del muro.
Porque, para Sergio Sebastián, se has
querido “respetar los valores de la ruina como fragmento”, porque en su
opinión, “Ruesta ya no es un pueblo, es una ruina bellísima con toda la
capacidad evocadora que puede tener una ruina”.
Y esa ruina tiene su propia dinámica. Así, por ejemplo,
aunque se retiró toda la maleza del interior de los edificios, vuelve a brotar
con fuerza, asomando por puertas y ventanas.
Pero, para el arquitecto director, no se trata de evitar el
avance de las ruinas ni de la devolución de toda la materia arquitectónica al
suelo del que pertenece, sino que se trata de encontrar el modo de que “Ruesta
pueda volver a ser arquitectura, función y razón: dar dignidad a esa ruina”,
como declaró recientemente en el reportaje publicado por Viajes National Geographic.
Cabe preguntarse cómo, si Ruesta va a
ser siempre un pueblo deshabitado, puede convertirse en un elemento dinamizador
del territorio y ya constituye un ejemplo a seguir. La respuesta radica en el
hecho de que su futuro está vinculado al Camino de Santiago y, por esa zona,
discurre un número creciente de personas. Además del albergue ya existente, el
arquitecto sugería la conveniencia de crear una zona de acampada que permitiría
disfrutar de ese entorno maravilloso durante períodos de tiempo más dilatados.
Y, como manifestó su Presidenta, la Confederación Hidrográfica del Ebro está
dispuesta a seguir invirtiendo y potenciando el tramo aragonés del Camino de
Santiago.
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