Frente a la fachada del antiguo palacio de los duques de Frías se alza la estatua de fray Tomás de Berlanga (1487-1551), un ilustre hijo de Berlanga de Duero que profesó como religioso dominico en el convento de San Esteban de Salamanca.
Fray Tomás llegó a ser obispo de Panamá
y fue encargado por el emperador Carlos V de mediar en las disputas entre Francisco
de Pizarro y Diego de Almagro, tras la conquista del Perú.
Viajando hacia el Perú, los vientos
llevaron a su nave hacia unas islas desconocidas a las que, poco después, se
dio el nombre de Galápagos por los numerosos ejemplares de los mismos que había
en ellas y que, mucho más tarde, causaron impresión en Darwin cuando llegó
hasta allí a bordo del Beagle. Pero, con anterioridad, ya había sido
objeto de atención para la expedición Malaspina y, en 1831, José de Villamil
envió una comisión exploradora al archipiélago.
En el lateral del monumento hay incrustadas
unas rocas de las islas que, en la actualidad, pertenecen a la República de El
Ecuador, de la que distan cerca de 1.000 kilómetros mar adentro. Forman un conglomerado
de trece islas grandes, nueve medianas y más de 100 islotes, siendo la segunda
reserva marina más grande del mundo.
Fray Tomás fue un gran defensor de los
indígenas y el primero en plantear la posibilidad de construir un canal
cruzando el istmo de Panamá. Tras renunciar a su obispado a los cincuenta años,
regresó a su localidad natal donde falleció.
Está enterrado en el suelo de la
llamada “capilla de los Cristos” de la colegiata de Santa María del Mercado de
Berlanga de Duero.
Sobre un muro, a la entrada de dicha
colegiata cuelga un ejemplar disecado de caimán negro que fray Tomás trajo de
tierras americanas. Recientemente restaurado, es conocido con el nombre popular
de “el lagarto”, habiéndose convertido en uno de los símbolos de la localidad.
En torno al caimán han surgido diversas
leyendas e, incluso, su origen es objeto de controversia. Hay quien afirma que
procede las Galápagos, lo que es imposible. Es centroamericano y, al parecer,
lo trajo vivo hasta Berlanga el ilustre prelado, siendo disecado tras su
muerte. No es el único que puede verse en templos españoles, ya que era
costumbre mostrarlos en ellas como una atracción turística más.
La confitería El Torero ha creado unas
pastas de te que llevan el nombre de “El lagarto de fray Tomás” que tuvimos la oportunidad
de probar. Fue una pena que no nos trajésemos unas cajas. Nos hubieran servido
ahora para contribuir a nuestra recuperación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario