Al regreso de Valencia, nos detuvimos en el Parador Nacional de Chinchón, instalado en al antiguo convento de agustinos calzados. Tras un largo recorrido soportando las altas temperaturas de estos días, el Parador resultó ser un remanso de paz en el que poder disfrutar de la tranquilidad de su claustro y de la excelente oferta gastronómica.
El primer convento de Agustinos Calzados fue fundado a
finales del siglo XV por Andrés de Cabrera y Beatriz de Bobadilla en una zona
próxima al castillo de Chinchón. El que ahora ocupa el Parador se construyó en
torno a 1626 y, a partir del siglo XVIII, se convirtió en un centro de
formación humanística, con cátedras de teología, gramática y latín. Tras la
Desamortización pasó a ser la sede de los juzgados y la iglesia conventual fue
empleada como cárcel.
La situación experimentó un cambio radical
cuando el entonces Ministro de Información y Turismo D. Manuel Fraga Iribarne
decidió transformarlo en Parador, encargando las obras de remodelación al arquitecto
D. Juan Palazuelo Peña, siendo inaugurado el 26 de junio de 1982.
La iglesia conventual, que estaba dedicada
a Ntra. Sra. del Paraíso, también fue restaurada y es actualmente la ermita de
Nuestra Señora del Rosario, independiente del parador y abierta al culto.
El intenso calor reinante nos impidió
efectuar una visita más detallada a esta preciosa localidad, pero nos acercamos
a su plaza Mayor, sobre la que se alza la iglesia parroquial de Ntra. Sra. de
la Asunción y en torno a la cual se abren más de 200 balcones de madera,
conocidos como “claros”, desde uno de los cuales presenciamos hace años una de
las corridas que se lidian en ese peculiar coso taurino.
Nos hubiera gustado visitar la iglesia parroquial
ya que allí se encuentra uno de los principales atractivos turísticos de la
localidad. El lienzo de la Asunción de Nuestra Señora, titular del templo, obra
de Francisco de Goya.
Situado en el retablo mayor, pudo serle
encargado el infante D. Luis María de Borbón y Vallabriga XV conde de Chinchón,
aunque otros autores consideran que se trató de un regalo del pintor a su
hermano Camilo de Goya para el que había conseguido del conde una capellanía en
la iglesia parroquial.
Sea una u otra la razón, lo cierto es que venía a resolver el
problema planteado por la destrucción de la práctica totalidad de las obras de
Arte de ese templo, tras su saqueo por los franceses en 1808.
En el bastidor del cuadro hay una
inscripción en la que se hace constar: “Se colocó esta pintura el día 19 de
julio de 1812, siendo cura de esta iglesia el señor don José Robles. La hizo
don Francisco de Goya, pintor de Cámara de S.M.D. Fernando VII”. Sin embargo,
parece no ser cierto del todo lo que allí se indica, dado que la reconstrucción
de la iglesia no comenzó hasta 1819, finalizando en 1828, aunque no se abrió al
culto hasta 1840. Durante todo ese largo período, fue utilizada como parroquia
sustitutoria la iglesia conventual de los agustinos, antes citada. ¿Fue allí
donde se colocó en principio la pintura?
Durante la Guerra Civil todas las
iglesias y ermitas de la localidad fueron destruidas, siendo quemadas y
profanadas sus imágenes. Algunas personas intentaron salvar las obras de Arte
existentes en la iglesia parroquial, almacenándolas en la sacristía, pero de
nada sirvió su esfuerzo y el templo se convirtió en garaje. Los sacerdotes y
los religiosos del colegio de los Hermanos Maristas fueron asesinados y también
fueron perseguidas las religiosas.
En ese ambiente parece increíble que se
salvara el lienzo de Goya, pero lo cierto es que se hizo cargo de él la Junta Delegada
de Incautación, Protección y Salvamento del Tesoro Artístico, siendo trasladado
a Madrid. Aunque no se conocen con precisión los detalles del itinerario
seguido, lo más probable es que, posteriormente, fuera llevado a Valencia y
desde allí a Cataluña y Ginebra de donde regresó en 1940. En 1993 fue
restaurado en el Instituto de Conservación y restauración de Bienes Culturales
(ICRBC), hoy Instituto de Patrimonio Histórico Español (IPHE).
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