Cuando publicamos el reportaje sobre la recreación de las antiguas labores agrícolas, dijimos que lo completaríamos cuando recibiéramos las imágenes captadas por Enrique Lacleta. Nos las ha traído ahora y merece la pena reproducirlas, dada su calidad.
Muy bonitas las de la siega, con sus
diversas fases y un detalle de los útiles empleados en ella: la hoz y la
zoqueta, que podrían completarse con el dedil y el garrotillo para atar los fajos.
De la era nos manda fotos de su
preparación, del momento de dar cuerda a las mulas y de las mismas ya
trillando, primero con un trillo de cilindros y luego con otro de cuchillas que
tenía un agarradero para ir de pie, como debía hacerse, aunque los que se
atrevieron a subir a él, prefirieron ir sentados.
Hubo después una demostración de hacer
cerros a dos manos. En este procedimiento se va cambiando la posición de las
manos al tomar la tierra de uno u otro lado, haciendo más cómoda la labor.
Esta joven agricultora se las ingenió
muy bien para manejar al caballo en su tarea de allanar el terreno con una ¿trailla?
Lo hizo mejor que otros que lo intentaron, pues no en vano había llegado con
los diferentes animales que intervinieron en la recreación.
Se labró después con un brabán, nombre
con el que se conoce un tipo de arado que vino a reemplazar, de manera mucho
más eficiente, a los antiguos arados de origen romano y a los posteriores de
vertedera.
Finalizamos con esta fotografía de una
abarca, el tipo de calzado más habitual entre los trabajadores agrícolas hasta época
contemporánea. En su origen se confeccionaban en cuero, del que estaba formada
la suela que se cerraba por delante sobre los dedos. Otra pieza se levantaba en
el talón, sujetando el conjunto con unas tiras en torno al tobillo.
A comienzos del siglo XX, cuando
comenzaron a proliferar los automóviles, las abarcas se fabricaban con las
cubiertas de caucho de los neumáticos. Así eran las que hemos conocido y la que
aparece en la imagen que se calza sobre unos piales de lana.
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