La imagen de la Inmaculada, titular del retablo de la magnífica iglesia del convento de la Concepción de Borja presidió la solemne ceremonia de la profesión temporal de sor Mary Nishalini Jermans, en la tarde del pasado lunes día 22, a la que tuvimos la fortuna de asistir y que pueden ver íntegra a través de este enlace.
Habían llegado religiosas de diferentes
monasterios de la Orden, con la Presidenta de la Federación al frente y, también
estaban presentes un nutrido grupo de novicios, procedentes del convento agustino
de Monteagudo que, próximamente, recibirán el hábito.
Sumamente feliz pudimos ver, poco antes
de dar comienzo el acto, a la protagonista del mismo que tan decisivo paso se
disponía a dar en el camino de su vocación religiosa.
Poco después encabezaba la procesión litúrgica
con la que daba comienzo la solemne Eucaristía, presidida por el Vicario
General de la Diócesis D. Javier Bernal Gimeno con el que concelebraron varios
sacerdotes de nuestro arciprestazgo y una representación de la Primera Orden
Franciscana.
La ceremonia cuyo significado fue
explicado por Sor Rina, contó con el acompañamiento musical de la Coral “Vientos
del Pueblo” que, bajo la dirección de Dª. Esmeralda Jiménez estaba en el coro.
Las lecturas fueron realizadas por diferentes religiosas, la primera de las cuales corrió a cargo de la nueva profesa, mientras que la proclamación del Evangelio fue efectuada por el párroco de Borja D. José María Sánchez Becerril.
La homilía del Vicario General giró en
torno al amor; el amor de Dios hacia nosotros y el de la hermana Mary que al
aceptar la llamada del Señor y entregarse por completo a él, ha escogido el
camino que le va a conducir a la felicidad más completa. Sus palabras, de profundo
contenido, incidieron también en lo que representa la vida contemplativa y el
significado de las virtudes que, como camino de perfección, asume quienes eligen
esa entrega generosa por la que renuncian a muchas cosas pero que, en modo
alguno, representa una despreocupación hacia los problemas de todos nosotros, sino
que, por el contrario, su permanente oración es la mejor ayuda que pueden dispensarnos.
Inmediatamente después, la novicia
postrada de rodillas, contesta a la pregunta del celebrante; ¿Qué pides a Dios
y a su Santa Iglesia?, para a continuación, puestos todos en pie salvo ella, responder
al interrogatorio al que, en nombre de la Iglesia, se le somete para comprobar
si conoce a lo que se compromete al acceder a la profesión religiosa.
Seguidamente, tras la petición de ayuda
divina por parte del Vicario General, sor Mary emitió sus votos ante la abadesa
del convento que los recibió “en nombre de la Iglesia nuestra Madre y de nuestra
familia religiosa”.
Emitida la profesión, la abadesa le
hizo entrega de las insignias de la orden: la medalla, el manto azul, el velo negro
y el libro de la regla. Un momento especialmente emocionante, al término del
cual todos los presentes prorrumpieron en un prolongado aplauso.
Solo pudimos permanecer en el templo hasta el Ofertorio, pero queremos dejar constancia de que los momentos vividos durante la profesión nos impresionaron vivamente, por el profundo significado que todo acto de estas características tiene pero también por el clima de honda religiosidad que lo rodeó. Si todo acto religioso trasciende más allá de lo que es una mera celebración social, hay ocasiones como la del pasado lunes en las que se siente, de una manera muy especial, la presencia de ese Dios que ha llamado a Mary y, también, a todos esos jóvenes novicios agustinos que compartieron con nosotros unos momentos inolvidables.
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