A diferencia de otras localidades en las que ha terminado por imponerse una fiesta llegada de fuera, Ambel sigue fiel a la tradición celebrando la noche de difuntos o de ánimas (del 1 al 2 de noviembre) de forma muy peculiar.
Por diferentes lugares del
casco urbano pueden verse calabazas iluminadas, aunque nos llamó la atención,
de manera especial, el “altar” creado a la entrada de la antigua casa
conventual de la Orden del Hospital, con un texto explicativo.
Pero el acto que motivó nuestro
desplazamiento a esa localidad era el Rosario que se inició en la ermita del
Rosario, desde la que partió en dirección al cementerio, presidido por el
Párroco D. Francisco Sánchez Sánchez.
Los participantes en la comitiva que
encabeza la Cruz Parroquial, portan faroles de papel ya que, poco antes de la
salida del casco urbano, se apagan todas las luces lo que dificulta enormemente
la realización de fotografías con una cámara normal, por lo que las que
ofrecemos carecen de la calidad que podría haber obtenido un profesional.
Al salir del casco urbano, ya pueden
verse las numerosas calabazas iluminadas situadas en las bodegas contiguas al
camino que conduce al cementerio. Apostados tras ellas, se encuentran los niños
que, al paso de la comitiva, ululan profiriendo unos peculiares sonidos como si
fueran obra de espectros.
Lo cierto es que esos sonidos, la luz
de las calabazas y la de la luna, parcialmente oculta por las nubes, causaban
un evidente impacto entre quienes no conocían esta tradición que se repite año
tras año y de la que nos gustaría que quedara una constancia gráfica mejor que
la nuestra.
A la entrada del cementerio hay una
lápida en la que se reproduce un poema, firmado por M. Z. cuyo texto es el
siguiente: “Un Padrenuestro hermano/te pido reces por mí/, que más tarde/ o más
temprano/ tendrás que venir aquí/ Como te veo me vi,/ como me ves te verás/ y
entonces también querrás/ que te lo recen a ti.”
Allí, frente a la capilla, iluminada
con velas, al igual que algunas de las tumbas, el Párroco rezó un responso por
las almas de todos los difuntos, poniendo fin a la ceremonia que tuvo su
continuidad en el concurso de todas las calabazas que habían sido dispuestas
sobre las bodegas.
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