En días
pasados recorrimos algunas de las pequeñas capillas del claustro de la
colegiata. Hace diez años, dedicamos otra serie de artículos a las de mayor
entidad y hemos querido retomarlos, incorporando las nuevas aportaciones, fruto
de las investigaciones del Dr. D. Alberto Aguilera Hernández, en su mayor
parte.
Una de ellas es la capilla del Santo Cristo del Arca que, como decíamos entonces, aún sigue planteando algunos interrogantes, a pesar de que otros han quedado resueltos.
Como señalábamos
entonces, todas las capillas del claustro fueron cambiando de advocación,
siendo relativamente reciente su actual distribución, aunque, en la mayoría de
los casos, conocemos su origen y los titulares a las que estuvieron dedicadas. Decíamos
en el artículo que no ocurría lo mismo con esta capilla “de la que, por el
momento, ignoramos todo”.
Pues
bien, ha sido el Dr. Aguilera quien documentó que estuvo dedicada a San Nicolás
y que su construcción fue autorizada el 17 de marzo de 1529. El que, en fechas
tan tempranas, estuviera siendo construida esta capilla (y otras en fechas
cercanas), cuando aún no había terminado la obra de las restantes pandas del
claustro, demuestra que, como destacaba Alberto Aguilera, nunca llegó a verse
con los vanos abiertos (con celosías) en sus cuatro crujías.
En
cuanto a la capilla que estamos comentando, su actual cerramiento de madera es
de características similares a los del resto de capillas de esa panda del
claustro, lo que permite suponer que fueron fruto de una actuación conjunta,
posiblemente durante la última reforma de la iglesia en el siglo XIX, que vino
a modificar sensiblemente el estado anterior. En el caso que nos ocupa, a
través de la fotografía superior, podemos apreciar con claridad que el arco
original se enmarcaba entre pilastras de yeso, rematadas por pináculos, las
cuales se ven cortadas. Entre ellas corre un entablamento en el que se apoya un
frontón curvo con un escudo de armas cuya disposición apenas se aprecia desde
abajo.
De
hecho, cuando Federico Bordejé estudió los escudos que aparecen en diferentes
lugares de este templo, sólo pudo dibujar las barras del primer cuartel,
indicando que las piezas de los restantes no se podían apreciar por las
sucesivas capas de pintura que habían recibido. Afortunadamente, el trabajo de
Enrique Lacleta, autor de este reportaje, nos ha permitido disponer de esta
fotografía en la que se ven claramente los cuatro cuarteles. En el primero, las
barras a las que hacía referencia Bordejé; en el segundo, tres peras; en el
tercero, un grifo (animal mitológico con cuerpo de león y cabeza y alas de
águila); y en el cuarto, un castillo. Todo ello timbrado con un yelmo coronado
con un airoso penacho de lambrequines. Indudablemente, corresponden a la
persona que sufragó la construcción de la capilla y, aunque por ahora no podamos
identificarla, es significativo el hecho de que los Peralta de Magallón traen
en sus armas un grifo y cinco peras. ¿Para cuándo un estudio detallado de la Heráldica
de la comarca?
La
capilla es de planta cuadrangular y se cubre con una cúpula con linterna. Las
pechinas sobre las que se apoya están decoradas con labores de yeso
reproduciendo motivos vegetales.
En la
linterna se abren cinco vanos rectangulares de arco rebajado, entre falsas
pilastras con decoración en sus ménsulas y un gran florón en la parte superior.
En el
interior se venera ahora la imagen de Cristo yacente que protagoniza el acto
principal de la Semana Santa borjana, el Entierro de Cristo, en la tarde del
Viernes Santo, en la misma arca con la que desfila ese día, aunque uno de sus
laterales dispone, durante el resto del año, de un cristal para permitir su
contemplación. Reposa sobre un altar de piedra pulida, teniendo a sus lados las
imágenes procesionales de la Virgen de la Soledad y de San Juan Evangelista.
La talla
de Cristo reviste especial interés y está directamente relacionada con la
ceremonia del Descendimiento, instituida en 1730, por dos devotos anónimos que
ofrecieron donar, para este fin, una imagen de Cristo y otra de María, que
quedarían en poder del cabildo. Fue el beneficiado de la colegial Sr. Torralba
quien, en nombre de los donantes, transmitió la petición y quien, al año
siguiente, hizo entrega de las imágenes, dando comienzo en la tarde del Viernes
Santo de 1731 esa ceremonia que fue suprimida en 1870, aunque la imagen de
Cristo yacente continuó participando en el Entierro de Cristo que se celebró,
por vez primera, en 1746.
Debido
al destino para el que fue concebida, la imagen es articulada y, mediante este
dispositivo, los brazos pueden moverse y disponerse extendidos para que pudiera
suspenderse de la Cruz en la que se realizaba el Descendimiento y que, todavía,
se conserva en el claustro. Una vez bajada, los brazos adoptaban esta otra
posición cuando se depositaba en el arca.
Es una
obra bien realizada, en la que se refleja el sufrimiento de Cristo que acaba de
morir y de cuyo costado brota la sangre, a través de la herida producida por la
lanza del centurión. En sus manos y pies se advierten las profundas huellas
dejadas por los clavos que le sujetaron a la Cruz.
El
interior y el exterior del arca están decorados con los símbolos de la Pasión y
en el lateral correspondiente a los pies existe una pequeña abertura que
permitía su veneración por los devotos.
En el
exterior de ese lateral se puede apreciar, sobre la tapa que la recubre, una
chapa metálica sobre la que golpea el centurión, con un martillo, en el momento
del sellado de la misma en el Campo del Toro, en el momento culminante del
Entierro de Cristo.
La
imagen de la Virgen de la Soledad que, probablemente, es la misma entregada
junto con el Cristo yacente, es de vestir. Está constituida por una estructura
de madera, revestida con los ropajes que aparecen en la fotografía durante todo
el año y los que luce el día de Viernes Santo, de mayor riqueza. Los únicos
elementos tallados son la cabeza y las manos.
En el pecho de la Virgen, a la altura del corazón, se encuentra la espada o daga que constituye el atributo específico de esta advocación mariana.
Una de
las características más curiosas de esta imagen es que, mediante un sistema de
cuerdas puede mover sus brazos, elevando las manos, con el pañuelo que
sostienen, hasta los ojos, en ademán de enjugarse el llanto.
También
“de vestir” es la imagen de San Juan Evangelista que, inicialmente, acompañaba
a la Virgen, a la Verónica y a María Magdalena tras el arca, dentro del llamado
“Duelo del Señor”, en ese cortejo fúnebre que es, en definitiva, el Entierro de
Cristo.
En la
actualidad desfila al comienzo del mismo, acompañada por la Agrupación de
Cornetas y Tambores de la cofradía de la que es titular que fue constituida
recientemente y es heredera de la Congregación Mariana que, desde mediados del
siglo XX, la portó hasta su desaparición.
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