Hubo un tiempo en el que, cuando las fuentes de Borja se nutrían de sus propios manantiales, hasta ellas se acercaban los vecinos para acopiar, no sin riesgos, el necesario elemento.
Había dos, la de Santo Domingo y la del
Campo del Toro, cuyas aguas llegaban protegidas desde el manantial a través de
una cañería y su consumo era más seguro que el del agua de las restantes,
proveniente de la acequia de Sopez que, por circular descubierta era causante
de numerosos casos de fiebres tifoideas.
Cuando comenzaron a alimentarse de la
red de distribución de agua potable, se mantuvieron en funcionamiento aunque,
poco a poco, por razones diversas, como fugas o un mero carácter de ahorro,
fueron secadas y, en algunos casos convertidas en jardineras.
La única que sobrevivió fue la que,
históricamente, se llamó “fuente del Hospital” por estar situada frente a la
antigua sede del hospital Sancti Spiritus, ahora Museo de la Colegiata. En
torno a ella, el escultor borjano creó una de sus obras, con varias
referencias, entre ellas a quienes recogían allí el agua. Como puede verse, en
esta segunda imagen, durante algún tiempo cayeron pequeños chorros de agua por
dos de sus caños.
Luego todo quedó reducido a uno, pero,
desde hace pocos días, el agua ha dejado de caer, por razones que ignoramos.
Los vecinos lo han sentido porque, con carácter ahorrativo allí tomaban el agua
para el riego de sus plantas (no les importaba el peso); también hemos visto
llenar garrafas con destino a algún lugar que carecía de suministro y, hace
algún tiempo, era utilizada para sus abluciones rituales por parte de un
determinado colectivo.
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