Tradicionalmente, hasta la hora del “Entierro
de Cristo”, el arca con la imagen yacente que lo protagoniza es expuesta a la
veneración de los fieles, en la capilla de San José del claustro de la colegiata,
acompañada por las imágenes de la Virgen y San Juan.
La ubicación en esa capilla no es algo casual, sino que, por ser la de la cofradía que agrupaba a los carpinteros, es lógico que allí fuera depositado quien era, también, hijo de carpintero.
Pero, en esta ocasión, los retrasos
habidos en las obras de restauración del claustro, han ocasionado un profundo
trastorno en los actos de organización de la Semana Santa, que han podido
llevarse a cabo, gracias al entusiasmo de buena parte de las cofradías, venciendo
las dificultades de manera ingeniosa.
Y lo cierto es que los cambios
introducidos han sido favorablemente acogidos. En concreto la instalación del
Velatorio en el patio central del Museo de la Colegiata ha quedado mejor que en
su habitual emplazamiento.
Ha podido verse la imagen de Cristo
bajo el palio negro que le acompaña en su Entierro, privilegio que tiene
concedido desde antiguo, y junto a las imágenes citadas se han introducido
otros elementos simbólicos, como la bandera del “Duelo del Señor”, la
Crucifixión de Juan de Lumbier que, habitualmente, se expone en la Sala III de
museo, o los grandes hachones plateados colocados delante.
Justo es reconocer el mérito de quienes
han ideado esta instalación que, cuando la visitamos, se afanaban en ultimar algunos
detalles, a la espera de que llegaran los miembros de la cofradía de las Almas
que, con sus hábitos, están presentes en el Velatorio.
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