La reciente visita a la iglesia parroquial de la Asunción de Ricla, nos permitió conocer un monumento, declarado Bien de Interés Cultural, aunque fuera de manera muy somera. Ya dedicamos un artículo a su preciosa torre, cuya ubicación puede verse muy bien en esta imagen en la que también se aprecian las dos etapas constructivas principales del templo. La primera, en el siglo XV, fue la correspondiente al primitivo ábside (a la derecha de la foto) y al primer tramo de la nave. En el siglo XVI se edificó el segundo tramo, de grandes dimensiones y la torre. En la imagen, observando los tejados se ve muy bien la diferenciación entre ambas fases de construcción.
La ampliación de la nave dio lugar a un
cambio en su orientación, de manera que el ábside (la primitiva cabecera), se
convirtió en el lugar de acceso al interior y espacio de ubicación del coro,
como ocurre en el caso de Magallón, no en cuanto a la entrada sino al lugar de
emplazamiento del coro.
El interior de la iglesia sorprende por
las dimensiones la nave y por interés de algunos de sus retablos, entre los
que, junto al retablo mayor, de Francisco de Asta, se encuentra el de la Virgen
del Rosario, de finales del siglo XVI, del que se ha sugerido la posibilidad de
que sea una obra de Damián Forment, o la imagen de la Virgen de Media Villa,
del siglo XV, que fue la antigua titular del templo.
Pero, una rápida visita como la que realizamos no nos
permitió contemplar en detalle las distintas obras de Arte que allí se
conservan. Pero, queremos llamar la atención sobre la capilla de Santa María
Magdalena, Patrona de la villa, construida hacia 1720, cuya fábrica sobresale
del conjunto del monumento.
Nos sorprende, sin embargo, que en todas las reseñas que
hemos consultado no se dedica la necesaria atención a esta última capilla de la
Magdalena que la merece, tanto por su interés artístico como por sus aspectos
iconográficos.
El retablo, realizado por Pedro Onofre y su hijo, ha sido
calificado de obra discreta, aunque no nos lo parece. El motivo central es la
imagen penitente de María Magdalena. Pero lo realmente llamativo son los cuatro
lienzos, dos de ellos de gran tamaño, con supuestas escenas de la vida de la
Magdalena que fueron realizados por José Luzán y que, ahora, pueden verse en
todo su esplendor tras su restauración.
Las circunstancias que rodearon nuestra visita a la iglesia
no eran las más apropiadas para detenernos en la contemplación de sus obras de
Arte (habrá que volver), pero pudimos realizar unas precipitadas fotografías de
los lienzos de mayor tamaño, cuya iconografía merece ser comentada.
La figura de María Magdalena y su identidad ha estado
sometida siempre a numerosas especulaciones, en muchas ocasiones mal
intencionadas. En los Evangelios, aparece citada expresamente en varias
ocasiones. Lucas (8,2) afirma que era una de las mujeres que seguían a Cristo y
que de ella “habían salido siete demonios. Adquiere especial protagonismo en el
momento cumbre de la Crucifixión: Marcos señala que varias mujeres miraban
desde lejos, entre ellas María la Magdalena (Mc: 15,40) y lo mismo expresa
Mateo (Mt: 27, 36) y, por supuesto Juan (Jn: 19,25). Pero, lo más llamativo es
que es a ella a la primera a la que se aparece después de su Resurrección.
Marcos dice expresamente que era “María Magdalena, de la que había echado siete
demonios” y esta aparición la relata extensamente Mateo en el capítulo 28 y
Lucas en el 24, pero es Juan en 20 quien ofrece los detalles más entrañables.
Hasta aquí las referencia expresas a una María Magdalena,
pero en los Evangelios aparece otra mujer, también pecadora, que cuando Jesús
acepta comer en casa del fariseo Simón el leproso, vierte un frasco de nardo
puro en sus pies y sobre su cabeza, vertiendo lágrimas y enjugando los pies con
sus cabellos (Mc: 14,3-9 y Lc: 7, 36-50), lo que despertó las críticas de
alguno de los presentes, como Judas, por el alto precio del perfume derramado o
del propio Simón que pensó que Jesús ignoraba el pasado de esa mujer. Pero, Él
adivinando sus pensamientos, hace un precioso alegato en favor de esa mujer y
del sentido de su ofrenda, para terminar perdonándole sus pecados, diciéndole
“Tu fe te ha salvado, vete en paz”. Los textos mencionados no identifican a esa
mujer con la Magdalena e, incluso, si así fuera entraría en contradicción con
lo de los siete demonios.
Pero, comoquiera que la comida en la casa de Simón, tuvo
lugar en Betania, donde vivía Lázaro con sus hermanas Marta y María, ello
sirvió de base para relacionar a la mujer del perfume con la hermana de Lázaro
y a ambas con la Magdalena, cosa absurda pues se hubiera llamado María de
Betania y no de Magdala. De hecho, la iglesia oriental distingue con claridad a
las tres, pero no la occidental que ha mezclado a las tres, desde que el Papa
Gregorio I, en 591, considerara que eso era pausible.
Pues bien, en el gran lienzo de Ricla se asume el que la
mujer que ungió con nardo los pies del Maestro, durante la comida, fuera la
Magdalena y así se la representa.
Aún plantea mayores problemas los
representado en el otro lienzo. María Magdalena es elevada al cielo por una
multitud de ángeles, mientras en la parte inferior derecha del cuadro se puede
ver, en el interior de una cueva una calavera e instrumentos de disciplina,
junto con el tarro de perfumes que es el atributo personal de la Santa. Al
fondo, a la izquierda, está representada la aparición de Cristo resucitada a la
Magdalena.
¿Pero, qué significa todo esto? El
motivo, conocido como la “Asunción” o el “Tránsito” de la Magdalena, ha hecho
correr ríos de tinta y dado lugar a rocambolescas interpretaciones, fruto de la
superposición de varias leyendas.
Las más esotéricas hacen referencia al
privilegio concedido por el Señor a dos únicas personas, su Madre y la
Magdalena, de ser llevadas al cielo en cuerpo y alma, tras su muerte. De ahí,
surgen las más disparatadas interpretaciones. Pero hay más.
Mientras que una leyenda afirma que la
Magdalena murió en Éfeso, donde estuvo acompañando a la Virgen, la más
rocambolesca es la que sugiere que llegó embarazada a las costas francesas,
dando origen a la dinastía merovingia.
Para otros, los que llegaron a Francia
fueron Lázaro y sus dos hermanas. Allí, María se retiró a una cueva, en
Sainte-Baume (Provenza) donde estuvo haciendo penitencia durante 30 años. Según
la Leyenda Dorada, desde esa cueva era llevada al cielo, en cada hora canónica,
por ángeles para que escuchara los coros celestiales y, también desde allí, la
llevaron en volandas hasta Aix-en-Provence para que recibiera su última
comunión de manos del obispo Maximino.
Curiosamente, todos estos disparates y
algunos más graves han tenido su reflejo en el Arte Cristiano y en Ricla
tenemos un ejemplo que, ni mucho menos, es el único, pues la representación de
la Magdalena llevada al cielo es un tema recurrente. Además, como ocurre en el
célebre lienzo pintado por el hijo del Greco para la iglesia de Titulcia, la
representaban desnuda, con largos cabellos cubriendo parcialmente su cuerpo.
¿Por qué? Pues porque se la confunde, en cierto modo, con otra santa penitente,
Santa María egipciaca.
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