En artículos anteriores hemos comentado la influencia que los prelados que rigieron la sede de Osma tuvieron en el desarrollo urbanístico de la villa y en la edificación de sus más importantes monumentos. Entre ellos destaca la antigua Universidad de Santa Catalina que, tras su restauración, acoge a un hotel de cuya calidad podemos dar fe.
Porque, El Burgo de Osma tuvo universidad y universidad
importante, gracias a la iniciativa del obispo Pedro Álvarez de Acosta que la
fundó en 1550, y fue autorizada por el Papa Julio II, como Pontificia y Real
Universidad de Santa Catalina.
La imagen de la Santa aparece en una hornacina sobre la
portada de acceso, flanqueada por las armas del fundador, de origen portugués
y, sobre ella el escudo completo de Felipe II (que la había tomado bajo su
protección), en el que no aparece las quinas portuguesas, dado que, por
entonces aún no era rey de Portugal.
El edificio, de planta cuadrangular y grandes dimensiones, se
estructura en torno a un gran patio central con columnas toscanas que soportan
arcos de medio punto en la planta baja y carpaneles en la superior. Su
construcción finalizó en 1549, aunque fue sometido a reformas, tras su primer
cierre, en 1779.
Las armas de ese obispo las encontramos
también en otro edificio de la calle Mayor, aunque no sabemos a qué
correspondía. Lo que es indudable es que su munificencia permitió a la
localidad el disponer de un centro docente en el que se impartían Artes,
Cánones, Medicina y Teología, las cuatro facultades más importantes que
estuvieron activas hasta 1751, cuando la falta de recursos provocó su
decadencia y llegó a clausurarse. Volvió a abrirse en 1814, pero ya nada fue
igual, siendo definitivamente suprimida en 1842.
Tras la desaparición de la universidad el edificio sirvió de
sede a un Instituto de Segunda Enseñanza. Posteriormente, sirvió como Cuartel
de la Guardia Civil. En 1973 volvió a ser utilizado como Instituto de Enseñanza
Media (1973), transformado el 1987 en el Instituto de Formación Profesional
"Río Lobos".
En 2007, se iniciaron las obras de transformación en un hotel
de cuatro estrellas, promovido por la Red de Hosterías Reales de Castilla León,
Castilla Termal y el Grupo Olmedo, dando como resultado el magnífico
establecimiento hostelero, de cuatro estrellas, que pudimos visitar.
El patio central ha sido cubierto y
climatizado. En el centro del mismo se abre la claraboya que da luz al complejo
termal de 1.500 metros cuadrados, situado en la planta inferior.
En torno a esa claraboya se encuentran
las zonas de estar y la cafetería, también utilizada como restaurante, aunque
hay otros en el complejo. Dispone de 62 habitaciones e instalaciones muy
completas, incluida una piscina exterior, situada junto a la fachada principal.
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