domingo, 2 de julio de 2023

Militares británicos en el cementerio de San Jorge de Sevilla

 

         En el barrio de San Jerónimo de Sevilla fue construido, en 1855, un cementerio para los miembros de la colonia inglesa en la ciudad que, por ser de confesión anglicana, no podían ser enterrados en el cementerio católico. Entre las más de 250 personas que allí recibieron sepultura, se encuentran las tumbas de varios militares británicos que hoy queremos recordar.




         Lamentablemente, el cementerio se encuentra en lamentable estado y ha sido objeto de la acción vandálica de quienes son incapaces de respetar un lugar sagrado. A parecer, este año, un grupo de voluntarios ha comenzado a adecentarlo, lo que ha permitido “redescubrir” algunas tumbas históricas.

 

         En ese cementerio fue localizada esta antigua lápida, dedicada a la memoria del Teniente Coronel John Scroope Colquitt, que ha sido trasladada al museo de Alcalá de Guadaira.

         El texto traducido dice aproximadamente: “A la memoria de John Scroope Colquitt, Caballero Teniente Coronel en el 1º regimiento de Infantería de su Británica Majestad, que murió en Sevilla el 5 de septiembre de 1812, a los 37 años de edad, por una fiebre ocasionada a causa de la fatiga excesiva durante la marcha a Sevilla, dirigiendo su batallón en el ataque del puente de Triana, el 27 de agosto de 1812”.

 

         Nacido en Liverpool el 31 de marzo de 1775, en el seno de una distinguida familia, con 19 años ingresó en el Primer Regimiento de los Foot Guards, la más antigua de las unidades británicas, con el rango de Teniente Coronel. Con su regimiento participó en varias campañas y, en 1810, desembarcó en Cádiz, desde donde emprendieron la toma de Sevilla, en poder de los franceses.

 

         En agosto de 1812, se distinguió en el combate del puente de Triana y, posteriormente, fue enviado a Alcalá de Guadaira, donde murió el 4 de septiembre, a consecuencia de lo que denominaron un “tifus”, en definitiva un proceso febril de etiología no precisada.

 

         Lo que se sabe es que fue enterrado al pie de la Cruz de Término de Alcalá de Guadaira, por lo que el lugar fue conocido popularmente como la “Cruz del Inglés”, incluso después de que la cruz desapareciera, así como la lápida que había mandado colocar el escocés John Downie, que había participado heroicamente en el ataque del puente de Triana y, quedó en Sevilla con el cargo de Alcaide de los Reales Alcázares.

         En 1817, Downie exhumó sus restos, enterrándolos en la huerta del convento de San Francisco de Alcalá de Guadaira, con la lápida mencionada. Pero, al ser desamortizado el convento, la lápida fue llevada al hospital de San Ildefonso. ¿Y los restos? El que la lápida haya aparecido en el cementerio de San Jorge, puede sugerir que fueron llevados hasta allí al ser fundado. Porque ¿Qué sentido hubiera tenido llevar sólo la lápida?

 



         El 5 de mayo de 2012, al cumplirse los cien años de su muerte, fue inaugurado un monumento, en el mismo lugar donde se alzaba la “Cruz del Inglés”. Estuvieron presentes familiares del militar y un corneta de su regimiento que llamó poderosamente la atención.

 

En el cementerio está también la tumba de Wilfred John Gilbert, un soldado de los Somerset Light Infantry. Se trataba de un regimiento de Infantería Ligera, cuyo 2º Batallón estaba destinado, de guarnición, en Gibraltar al comienzo de la II Guerra Mundial. A él pertenecía este soldado que murió el 21 de julio de 1941, a la edad de 24 años. No hemos podido saber las razones por las que falleció y fue enterrado en Sevilla.

 


         Finalmente, debemos hacer mención a una tumba muy especial, la del Major Harry Leonart Thomas Peulevé (1916-1963), un extraordinario personaje cuya trayectoria vital ha sido objeto de varias obras y podría servir también para una película.

         Graduado como ingeniero eléctrico y con un buen dominio del francés, al inicio de la II Guerra Mundial formó parte de la Fuerza Expedicionaria en Francia, como sargento de una batería antiaérea. El impacto que le provocó la derrota y la evacuación en Dunkerque le indujeron a ofrecer sus servicios para cometidos mas arriesgados. Entró así a formar parte del servicio de Operaciones Especiales y fue enviado al continente para organizar grupos de resistencia frente a los alemanes.

         Sus actuaciones fueron muy importantes y arriesgadas, hasta que el 21 de marzo de 1944, fue capturado junto con otros miembros de su grupo. Torturado por la Gestapo, fue enviado al campo de concentración de Buchenwald, junto con otros 35 agentes. Allí fueron ahorcados o fusilados la mayor parte de ellos, pero Peulevé se las ingenió, para con la ayuda del médico del campo, asumir la personalidad de un prisionero francés que había servido como cobaya para determinados experimentos médicos. De esa forma pudo salvar su vida y ser enviado a otros campos de trabajo. Cuando se acercaba el final de la contienda logró escapar con el propósito de llegar donde estaban las fuerzas norteamericanas. Cuando estaba a punto de lograrlo, volvió a ser detenido por dos oficiales de las SS, a los que logró engañar diciéndoles que era un colaboracionista francés que pretendía escapar del avance americano. Les sugirió que se unieran a él, aunque para ello deberían quitarse los uniformes; cuando estaban haciéndolo se apoderó de sus pistolas y los condujo hasta los americanos.

         Al regresar a Inglaterra fue promovido al empleo de Major y, en 1946, se retiró, dedicándose a negocios privados. Estaba en posesión de la Military Cross y era miembro de la Orden del Imperio Británico. Por su colaboración con la Resistencia, el gobierno francés le había concedido la Legión de Honor, la Cruz de Guerra y la Medalla de la Resistencia.

         Estuvo casado con una danesa, con la que tuvo una hija y un hijo, pero se separaron en 1956. Falleció en Sevilla el 18 de marzo de 1963, a consecuencia de un infarto, siendo enterrado en el cementerio de San Jorge, donde sus compañeros de Operaciones Especiales, le dedicaron la lápida en la que constan sus méritos.



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