Algunos acontecimientos recientes han
venido a poner de manifiesto en nuestro ambiente los cambios experimentados en
los usos tradicionales a la hora de elegir el vehículo utilizado por los contrayentes
en las bodas.
Hasta hace no demasiado tiempo, la novia solía llegar a bordo de un automóvil más o menos lujoso que, en el caso de que sus padres no dispusieran del modelo adecuado, solían ceder para la ocasión algún familiar o allegado.
Surgieron luego las empresas
especializadas en alquilarlos, con una variada gama en la que destacaban las marcas
que mayor fascinación despertaban como Rolls Royce, Jaguar o los grandes Cadillac
un tanto horteras, propios de otras latitudes.
Pero también hubo quienes optaban por
los modestos utilitarios, “decorados” convenientemente.
En las bodas de mayor tronío, es frecuente ver llegar a la novia en una calesa con hermoso tiro de caballos y, entre
nosotros, hubo un establecimiento que dispuso de uno de esos vehículos al que vimos
llegar a Santa María.
En algunos lugares, los carruajes podían adquirir características de “ensueño”, pues nada resulta tan atractivo como utilizar la carroza de Cenicienta o Cinderella, como la llaman por allí. Claro que, en América, no es infrecuente el uso de briosos corceles y conocemos casos muy cercanos que llegaron a su boda, montados en uno de ellos y escoltados por todo un escuadrón de familiares.
Que, en otros lugares, se empleen otros
animales puede ser normal. Lo es menos el verlos en nuestro país llevando a la
novia al lugar del enlace, civil o religioso.
Recientemente, pudo sorprendernos la
llegada de un novio en tractor, aunque este es un procedimiento que ha ido cobrando
carta de naturaleza en los últimos tiempos, como nos muestras estas imágenes.
Y lo mismo sucede con el empleo de
cochecitos o buggys de golf, que resultan de lo más “in”, sobre todo cuando
discurren sobre el green o entre fuegos artificiales.
Incluso el empleo de palas excavadoras,
por extraño que pueda parecer, tampoco constituye una novedad, dado que hay
gente para todo.
Incluso, para hacer uso de vehículos de
dos ruedas. Muy bonito resulta ver a los novios en bicicleta, con ellas montadas a la
española o en moto, aunque mucho mejor es dotarlas a estas últimas de sidecar.
Y ¿Por qué no en globo? Han sido
utilizados como medio de transporte y también para celebrar la boda a bordo de
uno de ellos.
Aunque, mucho más bonitas resultan las
bodas en las profundidades del mar. El problema es que los trajes pueden
encoger y que no siempre es posible encontrar sacerdotes que sepan bucear.
Y llevando las cosas al extremo, no hay
nada como una boda en las alturas. Es precioso ver caer a los contrayentes,
cuando el paracaídas se abre. El del sacerdote no se abrió y pudo celebrarse, casi
al mismo tiempo, una boda y un funeral.
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