Se acerca el Día de Difuntos y, por lo
tanto, el momento en el que, en Ambel, tiene lugar una curiosa tradición que
nada tiene que ver con innovaciones recientes, ajenas a nuestras costumbres.
La ha recordado ahora Laura Uranga en le edición digital de Heraldo de Aragón, con un artículo que lleva por título “El pueblo de Aragón donde los niños aúllan a los muertos”, que pueden leer a través de este enlace.
En realidad, los niños apostados en las
bodegas, tras las artísticas calabazas que han preparado, no aúllan a los
muertos, sino a los vivos que, en comitiva, se dirigen hasta el cementerio rezando
el Rosario.
Esa comitiva,
encabezada por la Cruz Parroquial, sale ahora de la ermita de la Virgen del Rosario,
presidida por el párroco. Quienes la integran llevan unos faroles de papel y, a
su paso, se apagan las luces de las calles, tomando después el camino que,
atravesando las bodegas, conduce al camposanto, donde finaliza el rezo.
Para quienes no la conocen, podemos asegurar
que es una de las más bonitas tradiciones de la comarca. Recordamos que tiene
lugar a últimas horas de la tarde del 1 de noviembre, víspera del Día de los
Difuntos, a diferencia de esas horribles costumbres importadas que se llevan a
cabo la noche anterior y que nada tienen que ver con el sentido cristiano de
esos días.
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