Junto con su revista Kalakorikos,
la Asociación de Amigos de la Historia de Calahorra nos ha remitido el anejo
número 5 de la misma.
Lleva por título Calahorra en los Memoriales y expedientes de la Cámara de Castilla (1490-1569), del que es autor Víctor Arenzana Antoñanzas, del que el Prof. D. Mauricio Herrero Jiménez, de la Universidad de Valladolid, describe su brillante trayectoria académica que culminó con su tesis doctoral sobre “Los libros de actas del concejo de Valladolid (1497-1520), con la que obtuvo la máxima calificación y mereció ser publicada por el Ayuntamiento de Valladolid.
No es el único trabajo de envergadura
emprendido por el autor quien, con su sólida formación en Paleografía, se ha embarcado
ahora en la publicación de los memoriales conservados en el Archivo General de
Simancas, sobre diferentes localidades riojanas.
La primera de ellas es el dedicado a
Calahorra, la localidad en la que nació en 1950, una obra de gran calidad, en
la que da a conocer 54 documentos, precedidos por unos capítulos dedicados a lo
que fue la Cámara de Castilla y a la forma en que se tramitaban los negocios
ante ella.
Sigue, a continuación, una síntesis de
lo que, respecto a Calahorra, ofrecen los documentos estudiados: datos sobre
los oficiales del concejo, escribanos de número, procuradores y cartas de
procuración, confirmación de privilegios reales, penas de cámara y fisco,
problemas con los hidalgos, relaciones con el obispado y sus beneficios
patrimoniales, y sentencias y pleitos, son algunos de los temas que abordan.
Pero, como señala el Prof. Herrero
Jiménez, lejos de contentarse con ofrecer una síntesis de los documentos, el
autor ha ido más lejos, asumiendo el enorme trabajo de transcripción de los
mismos, enfrentándose al reto que representan esas “malas letras góticas
cursivas castellanas de las que Miguel de Cervantes habló tan mal (y razones
tuvo para hacerlo”.
Todo ello, junto con unos minuciosos índices
onomásticos y toponímicos que siempre son de gran ayuda. En el caso del
segundo, hemos encontrado mencionadas dos localidades zaragozanas: Ateca y
Tarazona. En este último caso, aparece en un documento de 1514, firmado por
Fernando el Católico, en relación a un problema suscitado por haber prendido
unas reses los guardas de Quel, por lo que fueron denunciados por el propietario,
un canónigo de Calahorra, ante un juez de Tarazona.
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