Cuando, recientemente, estuvimos en Ambel D. Jaime Trívez nos condujo hasta el molino harinero existente en las cercanías de la localidad, que no conocíamos y nos sorprendió sobremanera, especialmente por el cubo de sillería que constituye uno de sus elementos principales.
Al ver esa construcción de sillares
bien escuadrados, no es extraño suponer que quienes se acercan allí, por vez
primera, piensen que se trata de un antiguo torreón, sin aparente relación con
un molino, sobre todo conociendo otros existentes en nuestra comarca, que carecen
de ese elemento.
Y, sin embargo, nos encontramos ante
los restos (muy importantes) de un “molino de cubo”, del que dio noticias el Prof.
Gerrard en su obra sobre la casa conventual de Ambel, de la que procede este
esquema. En ella, documentaba la existencia de otro molino, contiguo al anterior,
aunque de características diferentes. También, Guillermo Carranza, en el segundo
volumen de la serie dedicada al Patrimonio Hidráulico del valle del Huecha,
dedica una ficha al molino, mencionando la existencia de otro anterior y de un
batán.
Entre los distintos tipos de molinos
harineros, los llamados de cubo respondían a una mejora introducida a partir
del siglo XVI (puede que los hubiera anteriores), consistente en dotarles de
grandes cubos cilíndricos o, como en este caso, cuadrangulares, como si se
tratara de torreones, a cuyo interior llegaba el agua, procedente de una
acequia, para, por un conducto inclinado y con la presión proporcionada por el
cubo incidir sobre el rodezno que hacía girar las piedras del molino.
En las aceñas o molinos fluviales, a
los que nos hemos referido en un artículo anterior, el agua impulsaba una rueda
vertical a diferencia del que estamos comentando en el que la rueda o rodezno
tenía una disposición horizontal.
En el molino de Ambel se conserva la
zona donde estaba el rodezno, con paredes de sillería en curva, así como el lugar
por el que el agua salía.
También pueden verse las escaleras de
acceso a la planta superior, donde probablemente estarían las piedras de moler,
ahora dispersas por los alrededores.
Cabe preguntarse sobre la fecha de
construcción de este molino y de tan llamativa torre. Guillermo Carranza, en su
obra, afirma que, en 1676, se construyó un “molino nuevo” con un “cubo nuevo”,
que muy bien podría corresponder al que hemos contemplado.
En cualquier caso, para los que no
somos expertos en estas cuestiones, no nos resulta demasiado sencillo interpretar
los restos allí existentes, pero sí podemos valorar su importancia, pues no son
muchos los molinos de estas características conservados en Aragón. Los hay en
Fayanás o en Alcañiz, pero la torre del de Ambel es más espectacular, por lo
que desearíamos que se llevaran a cabo excavaciones encaminadas a un mejor
conocimiento de este conjunto y a su preservación, dotándole de la protección necesaria.
El paraje además es muy bonito y la
acequia de Morana, que alimentaba a los molinos, discurre por allí a través de
unos pequeños saltos de agua, de indudable belleza.
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