Así lo pensábamos al contemplar el paso de la Procesión de los Pasos, en la noche del Jueves Santo, al recordar cómo era en los años de nuestra infancia, cuando los sencillos pasos que la componen desfilaban apenas decorados, sin iluminación y empujados por quienes vestían unas túnicas bastante raídas, aunque, eso sí, acompañados por algunos fieles.
Ahora, la participación de las Bandas
de Cornetas y los vistosos hábitos de las cofradías que llevan los pasos, han
modificado sensiblemente la imagen de la procesión que ha adquirido, sin perder
su sencillez, un aspecto mucho más digno.
Este año, la eficaz dirección de un
miembro de la cofradía de las Almas, que tiene también a su cargo la Unidad de
Alabarderos, permitió que la procesión desfilase con orden y regularidad,
deteniéndose en los lugares acostumbrados.
Porque, como ya comentamos en días anteriores,
la procesión en la que sus pasos, representan los Misterios Dolorosos del Santo
Rosario, se detiene ante los templos en los que hay monumentos eucarísticos
para realizar una visita a los mismos.
Un caso especial es el de la iglesia de
San Bartolomé, donde no lo hay, pero el entusiasmo de los miembros de la
cofradía que tiene por titular a ese Santo Apóstol hizo posible que, recordando
épocas anteriores, también se detenga allí.
Es hermoso contemplar a un buen número
de cofrades que, portando velas encendidas o, como en esta ocasión, con la luz
de sus móviles (pues el viento apagaba las velas), daban testimonio de un sentido
de identidad y pertenencia que es digno de ser resaltado.
A las puertas de la antigua parroquia,
les esperaban dos miembros de la cofradía portando la bandera de la misma y la
cruz parroquial. Allí, sin entrar en el templo, D. José María Sánchez Becerril
rezó unas preces en las que tuvo presente a quien, en definitiva, fue uno de los
que acompañaron al Señor en su vida pública.
Desde allí reemprendieron el recorrido
por las calles de Borja, llegando primero a la iglesia del convento de Santa
Clara (de la que ayer publicamos una imagen) y, posteriormente, tras atravesar
las ruinas de la calle de la Concepción, llegaron al convento de
concepcionistas.
Mientras el paso de Cristo Crucificado
permanecía en el exterior, nuestro párroco, acompañado por representantes de
todas las cofradías penetraba en el interior del templo, para rezar ante el monumento.
Desde el convento de la Concepción, la
procesión regresó a la colegiata haciendo su entrada por la puerta del
claustro, dando fin a un recorrido que pudo llevarse a cabo sin incidencias
climatológicas.
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