El 24 de julio de 1875 nació en Borja el P. Mariano Tabuenca Laborda que en la imagen aparece (a la derecha) sentado junto a su tío el también escolapio P. Manuel Laborda Domínguez, al que recordamos en días pasados.
Era hijo del zapatero Mariano Tabuenca y de
Bonifacia Laborda. Fue bautizado en la parroquia de San Bartolomé y confirmado
en la de Santa María el 21 de agosto de 1878 por el cardenal fray Manuel García
Gil, arzobispo de Zaragoza.
Tras
cursar los estudios primarios marchó a Barbastro, bajo la tutela de su tío, el
citado P. Manuel Laborda. Estudió primero en el colegio de las Hermanas de la
Caridad de San Vicente de Paúl de esa ciudad y el 21 de agosto de 1889 ingresó
en el seminario escolapio de Peralta de la Sal. Allí emitió sus primeros votos
el 22 de agosto de 1891 e inició la carrera eclesiástica que continuó en los
juniorados de Irache y San Pedro Cardeña. En este último lugar hizo sus votos
perpetuos el 27 de diciembre de 1895. Tras recibir las órdenes menores en
Burgos, fue ordenado diácono en Pamplona el 3 de abril de 1897. Por fin el 1 de
abril de 1899 recibió la ordenación sacerdotal en la catedral de Jaca, de manos
del obispo de esa ciudad D. Antolín López Peláez.
Todo su
ministerio lo desarrolló en el colegio que los escolapios tenían en Barbastro.
Llegó allí con 22 años y se hizo cargo de la formación de sucesivas
generaciones de jóvenes, a los que impartió Historia, Literatura, Geografía,
Derecho y de manera especial Latín, disciplina de la que fue un excelente
profesor. Por otra parte, tenía a su cargo la iglesia del colegio y también fue
cronista de la comunidad de la que, al comienzo de la Guerra Civil era el más
anciano, tras el P. Félix Álvarez.
Había
perdido la audición y sufría mucho por una hernia inguinal que le impedía
caminar con normalidad. Ello no fue obstáculo para que el 19 de julio de 1936,
cuando volvía de celebrar Misa en el colegio de las Hijas de la Caridad, fuera
detenido junto con el resto de religiosos escolapios.
Permaneció
encerrado en una celda hasta que fue sacado para ser fusilado. Al reconocer que
la persona que le zarandeaba con crueldad era uno de sus antiguos discípulos se
echó a llorar y le preguntó humildemente por qué le trataba así. “Por ser cura”
fue la respuesta que recibió.
Le ataron a otro compañero, tras darse la absolución uno al otro. Apiñados en un camión fueron conducidos por el camino de Fornillos hasta la Cruz de Selgua, donde fueron ejecutados todos los miembros de la comunidad escolapia.
Incoado
el correspondiente proceso de beatificación junto con otros 110 mártires, entre
los que se encuentran 19 sacerdotes de la diócesis de Zaragoza, 23 de la de
Teruel-Albarracín, 25 religiosos escolapios, 4 monjas clarisas, 30 laicos de la
diócesis de Zaragoza y 8 laicos de la diócesis de Teruel-Albarracín, fue
remitido a Roma, tras finalizar la fase diocesana y, en la actualidad, la causa
se encuentra muy avanzada, por lo que, probablemente, muy pronto tendremos un
nuevo beato borjano.
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