Santa Clara se definía a sí misma como sierva de Cristo y “plantita de nuestro Padre Francisco”, cuyo ejemplo le había servido como definitivo impulso para consagrar su vida al Señor, abrazando el ideal de la pobreza. Hermanas Pobres de Santa Clara fue el nombre con el que fueron conocidas quienes se agruparon en esa segunda orden fundada por San Francisco, teniendo como casa matriz a la pequeña iglesia de San Damián.
Recordando a
esa “plantita”, las religiosas clarisas de Borja que siguen manteniendo vivo el
espíritu de su fundadora, cada año colocan a los pies de su retablo, una serie
de pequeñas macetas, destinadas a todas las personas que, en nuestra ciudad,
llevan el nombre de Clara.
A todas las
Claras les dirigen una invitación personal para participar en la Eucaristía de
tan importante solemnidad, al término de la cual se les entrega la “plantita”.
A todas las
Claras les dirigen una invitación personal para participar en la Eucaristía de
tan importante solemnidad, al término de la cual se les entrega la “plantita”.
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