Lo que conocemos como el Cinto, era la antigua ciudadela o alcazaba de Borja, en la que el peñón, que llamamos Castillo, constituía su núcleo central. Toda ella estaba rodeada de murallas, con una única puerta de acceso, sita en la Portaza, la “Puerta del Cierzo.
Esas
murallas, de época califal, declaradas Bien de Interés Cultural, son uno de los
principales elementos de nuestro Patrimonio, aunque su estado es deplorable,
dado la escasa atención que se les dispensa, probablemente por ignorancia de su
valor.
Dentro
del Cinto, tras la Reconquista, fueron instalados los judíos que, de esa
manera, quedaban bajo la protección de los monarcas aragoneses, a cambio de
encargarse del mantenimiento de las murallas.
Algunas
de sus casas volaban sobre las rocas en las que se asienta el Cinto, sostenidas
por unos pilares de ladrillo, como ocurría en otros lugares. Pero cuando el
aumento de su población, desbordó la capacidad del recinto, ocuparon también la
senda de acceso al castillo, a la que, en la actualidad conocemos como calle de
Mateo Sánchez o costera de San Pedro.
En toda
esa zona, aún sin excavar, quedan huellas de la antigua judería. El resto más
importante que deparó el azar, fue la inscripción hebraica que el Dr. D. Isidro
Aguilera rescató y, tras su restauración a cargo del Centro de Estudios
Borjanos, puede verse en el Museo Arqueológico. Declarada Bien Inventariado del
Patrimonio Cultural Aragonés, puede leerse en ella: “Este es el lugar de Moshe
al-Isibilí”, en referencia a un miembro de la comunidad judía que sabemos era
físico (médico) y de origen sevillano.
Pero, en
1492, los judíos fueron expulsados y la zona quedó desierta hasta que, el 12 de
octubre de 1495, el rey Fernando el Católico ordenó a D. Dionís de Coscón,
alcaide y baile del castillo de Borja, que la repoblara, trasladando a ese
lugar a los habitantes de la Morería de Borja.
A los moriscos se les
hizo entrega de las casas abandonadas por los judíos, pero la generosidad del
monarca no era gratuita, dado que se les impuso la obligación de seguir
ocupándose del mantenimiento de murallas y torreones, como había hecho en el
pasado sus antiguos moradores.
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