La noticia del fallecimiento de S. S. el Papa Francisco ha conmocionado a todos, especialmente, porque el Domingo de Pascua había sido conducido a la logia central de San Pedro para impartir la bendición “Urbi et orbi”.
Es cierto que
su aspecto no era bueno. Apenas podía levantar el brazo y articulaba las escasas
palabras que pronunció, pero nada hacía suponer que el fatal desenlace fuera
inminente.
La salud del Pontífice había ido
deteriorándose paulatinamente y, durante su ingreso en el hospital Gemelli,
padeció varios episodios de gravedad. Se le dio el alta cuando no se encontraba
completamente restablecido, con la esperanza de que continuara el proceso de
recuperación en su residencia.
Sin embargo, cabe preguntarse si
los que lo cuidaban eran conscientes de su gravedad. Imágenes patéticas como el
recorrido en camiseta por la basílica de San Pedro y su reiterada exposición
pública, parecen aventurar que fue sometido a riesgos innecesarios.
Se abre ahora
el período conocido como de “Sede Vacante”, en el transcurso del cual se
celebrarán las exequias y el entierro del Papa en la Basílica de Santa María la
Mayor, por deseo expreso suyo.
Después se iniciará
el cónclave, en el que los cardenales electores que se encerrarán en la Capilla
Sixtina, según la tradición, se enfrentarán al grave dilema de elegir a un
sucesor que siga la senda marcada por el Pontífice fallecido u otro con
capacidad para solucionar los muchos problemas a los que se enfrenta la Iglesia
en la actualidad.
Mientras tanto
elevemos nuestras oraciones por el Papa Francisco que ha muerto sin ver cumplido
su deseo de visitar las islas Canarias, como había manifestado en varias ocasiones.




No hay comentarios:
Publicar un comentario