En nuestra pasada visita a Caracena, tuvimos la ocasión de conocer la iglesia de San Pedro, una de las tres que hubo en esta histórica villa. Su importancia queda atestiguada por el hecho de que, ya en 1935, fuera declarada Monumento Nacional.
Románica en su
origen, aún conserva su cabecera en ese estilo, aunque el resto de la nave
obedece a una reforma barroca, con el coro a los pies.
En el retablo
mayor, puede admirarse un lienzo en el que está representado el Apóstol
titular, obra del destacado pintor Antonio Palomino, donado al templo, en 1711,
por el Dr. D. Manuel Ayala, un destacado eclesiástico, natural de Caracena, cuyas
armas aparecen las basas de las columnas.
En un retablo
lateral pudimos ver la imagen de la Virgen del Monte y, bajo el coro, la pila
bautismal original del templo románico.
Pero lo más
llamativo del templo lo constituye su preciosa galería porticada, compuesta, en
la actualidad, por siete arcos, aunque originalmente tuvo dos más.
Bajo el tercero
por la izquierda se accede al interior. Uno de sus soportes, adopta la forma de
triple columna torsada, a imitación de los modelos de Santo Domingo de Silos.
Muy interesante
son también los capiteles historiados, así como los canecillos que recorren su
parte superior. Pero, el motivo por el que recorrimos detenidamente este templo
es porque las marcas de cantero que aparecen en el pórtico son las mismas que
se encuentran en las despensas encontradas en las excavaciones del castillo, a
las que hicimos referencia en otro artículo, de lo que se deduce que fueron los
mismos artesanos quienes trabajaron en uno y otro lugar.
Conviene
recordar el significado de estos pórticos para la vida cotidiana de las
respectivas localidades, pues, en ellos, eran donde, a toque de campana, se
reunía el concejo para deliberar sobre los asuntos de interés común.


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