Hace
algunos días publicamos un artículo sobre labores agrícolas desaparecidas.
Ahora, queremos recordar algunos oficios antiguos con fotografías de Borja y
Mallén, como entonces, aunque había muchos más de los que, por el momento, no hemos
encontrado imágenes.
Uno
de ellos era el de herrador, que estaba supervisado por los veterinarios,
antiguamente llamados “mariscales”. Tras retirar las herraduras desgastadas, se
igualaba la pezuña del animal con la herramienta que aparece en la fotografía
superior y, posteriormente, se les colocaban las nuevas forjadas en la fragua,
las cuales se sujetaban con unos clavos cuyas puntas se remachaban por el
exterior. Recientemente, en Pozuelo de Aragón, con ocasión de su feria
medieval, se recreó esta labor que, por otra parte, sigue teniendo vigencia,
aunque en nuestra zona hayan ido desapareciendo, poco a poco, los numerosos
animales que se utilizaban en las labores del campo.
Otro
oficio imprescindible, entonces y ahora, el de esquilador. En la fotografía
superior se utiliza una maquinilla manual, mientras que en la siguiente se está
esquilando a una oveja con una máquina eléctrica alimentada por la dinamo que,
mediante una manivela, mueve el niño de la izquierda.
Antiguos
pastores aparecen en estas otras imágenes. Es interesante la primera en la que
pueden verse “Las Arcadas” de Borja,
antes de que fuera demolida la de la izquierda, para ser sustituida por
un sifón. El rebaño aparece encabezado, como era habitual, por un macho cabrío
de larga cornamenta.
En
la calle Moncayo de Borja existían dos excelentes carreterías, donde se
fabricaban los carros utilizados para el transporte y algunos otros vehículos
más sofisticados. Uno de los trabajos más duros era el de colocar las llantas
metálicas de sus ruedas. Para ello se calentaban las llantas metálicas para que
se dilataran y, a continuación, se ponían en la rueda, enfriándolas con cubos
de agua, mientras se ajustaban con la ayuda de pesados mallos.
Finalmente,
recordaremos hoy al paciente esfuerzo de muchas mujeres que, cuando las casas
no disponían de lo que se denominaba “agua corriente”, debían ir a recogerla en
las fuentes con la ayuda de cántaros y “pozales”. En algunas ocasiones se
encargaban de este cometido unos “aguadores” que llevaban los cántaros en un
pequeño remolque manual.
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