viernes, 19 de agosto de 2016

Visitando el Museo Parroquial de Ainzón


            Cuando dimos cuenta de la inauguración del Museo Parroquial de Ainzón, que tuvo lugar el pasado día 15, resaltamos el interés del mismo y la importancia de las obras que allí pueden ser admiradas. Hoy queremos comentar sus contenidos, de la mano de la guía que ha elaborado el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández, que ha sido el encargado de la selección y catalogación de las piezas expuestas.




            En primer lugar, debemos señalar que el museo ha sido instalado en la antigua sacristía de la iglesia. Una amplia sala rectangular, cubierta con una bóveda de lunetos de tres tramos, separados por arcos fajones, con decoración floral en los casetones que conforman su intradós. Los arcos descansan en pilastras  y en torno a toda la estancia se dispone una imposta corrida de corte clasicista.





            Frente a la puerta de acceso, desde el templo, se encuentra una vitrina con imágenes de la Virgen. La central es, sin duda, la obra más importante del museo. Datada en el siglo XIV, formó parte de un Calvario, presidido por el Santo Cristo de la Capilla, bajo cuyo patronazgo de acogió la villa y que es asimismo una pieza excepcional. La imagen de María, actualmente en proceso de restauración, apareció emparedada en el transcurso de unas obras llevadas a cabo en 1980. Emparedarlas o enterrarlas era un procedimiento habitual cuando las imágenes dejaban de cumplir su cometido devocional, por deterioro o cambio en los gustos artísticos, como ocurrió en este caso. Lo que no ha aparecido, todavía, es la imagen de San Juan que formaba parte del mismo conjunto. La Virgen aparece ligeramente curvada con las manos juntas. Viste túnica roja, decorada con rosetas y se cubre con un manto azul de orla dorada.



            A la izquierda de la vitrina anterior se encuentra esta otra, presidida por el grupo escultórico de San Abdón y San Senén, dos mártires del siglo III, que fue una donación de fray José Alberto Ximénez, hijo ilustre de Ainzón, que fue General de la Orden de los Carmelitas calzados y legó a su localidad natal el cuerpo de San Severino y otras obras destacadas. Realizado en un taller romano, en el siglo XVIII,  está flanqueado por las imágenes de San Pedro y San Pablo, de comienzos del siglo XVII, que formaban parte del retablo de San Juan Bautista, del que fueron retiradas al ser remodelado para acoger la urna con las reliquias de San Severino.



            De gran interés son, asimismo, las obras expuestas frente a las anteriores. Entre ellas se encuentra esta tabla, realizada entre 1535 y 1540 por Juan Fernández de Heredia, también conocido como el “maestro de Ambel”, que perteneció a un antiguo retablo cuyas tablas fueron reutilizadas en el retablo de la Virgen del Rosario y cuya predela, junto a otros elementos, se conserva en uno de los testeros del crucero.


            La tabla tiene, para nosotros, especial significado, ya que la encontramos durante la realización del inventario de la iglesia que dirigió el Prof. Borrás, en 1980. Se encontraba en un almacén, sirviendo de sustentación a un armario. Estaba rota y en muy deficiente estado de conservación, pero inmediatamente pudo ser identificada como parte de ese retablo al que hemos hecho referencia. Verla ahora, en todo su esplendor, constituye un motivo de satisfacción.




            Junto a la tabla anterior puede verse este excelente esmalte, que merece un estudio detallado, en el que está representada la Virgen en su advocación de Salus Populi Romani y que, anteriormente, estuvo sobre el lienzo de Santa Lucía y la predela y guardapolvo de ese retablo del maestro de Ambel, al que hemos aludido.



            Asimismo, fue donado por fray Alberto Ximénez este bellísimo grupo escultórico, realizado en alabastro en un taller de Trapani, en el que está representado el momento en el que la Virgen del Carmen hace entrega del escapulario a San Simón Stock. Enviado desde Roma, en 1768, había sido regalado anteriormente a fray Alberto por el cardenal Enrique Benedicto Estuardo, duque de York.



            Presidiendo la sala se encuentra un lienzo de la segunda mitad del siglo XVII, representando a San Miguel, que es copia del grabado de Hieronymus Wierix de 1594, según la composición de Marten de Vos. A sus lados, sendas imágenes del Niño Jesús. La de la derecha en la frecuente representación del “Niño de la bola” o Niño de Praga, mientras que la de la izquierda es más interesante, ya que aparece el Niño desnudo, teniendo a sus pies una calavera y un dragón, como símbolo de su victoria sobre el demonio y la muerte, por medio de la Cruz que porta en sus manos.



            Hay dos vitrinas dedicadas a la orfebrería. En el centro de la situada a la izquierda se muestra la pieza más antigua, una hermosa cruz procesional en plata repujada y figuras a la cera perdida, obra atribuida al platero zaragozano Jerónimo de la Mata, del siglo XVI. A la izquierda se encuentra otra obra importante, la custodia donada por Dª Úrsula María Lapuerta a la parroquia, realizada en 1697 por el orfebre zaragozano Lorenzo Palacios, en plata sobredorada con repujados y figuras a la cera perdida. La de la derecha es un trabajo más sencillo de finales del siglo XIX o comienzos del XX.



            En la otra vitrina pueden verse diversas piezas, como un copón del siglo XVI, con la característica decoración tipo Vredeman de Vries; un cáliz de plata en su color, realizado en 1785 por Tomás Oliván, por encargo de Francisco Gil y su sobrino Ubaldo Gil para la capilla del Santo Cristo. Del mismo autor es la cajita para los crismas, decorada con guirnaldas de laurel; una bandeja de plata en su color, un aguamanil, una palmatoria y las sacras que se exponen en la parte inferior. De Domingo Estrada y Forcada en un portapaz de plata con Calvario sobredorado, del siglo XIX, mientras que del siglo anterior son las vinajeras situadas a la derecha, de las que no se ha conservado la salvilla. Otras obras expuestas son un relicario que contiene el cilicio de San Pedro de Arbués y una reliquia de Santo Dominguito de Val, obra anónima de comienzos del siglo XVII; y el relicario de San Sebastián, San Severino, San Fabián y San Roque, de la segunda mitad de ese mismo siglo. Del siglo XVII es también un cáliz de plata que mandó hacer Mosen Pedro Briz para la capilla de San Jerónimo.



Las obras de la vitrina anterior incluyen un cáliz de plata en su color, realizado por el orfebre Andrés Goicoechea, en 1785, por encargo de los citados Ubaldo Gil y su sobrino para la capilla de San Antonio de Padua. Este mismo platero es el autor de los dos cetros de plata, que se muestran en la pared lateral.



            También pueden verse algunos documentos relacionados con la iglesia, como el pergamino, datado en 1453, que recoge la institución de una capellanía perpetua por el alma de Roig Díaz de Mendoza, instituida por su viuda Isabel Martínez de Mendoza; un libro de acuerdos del capítulo parroquial, a partir de1680, con interesantes noticias sobre la reedificación de la iglesia y otro sobre las ordinaciones de dicho capítulo. En el centro de la vitrina se expone la ejecutoria de hidalguía de los Cardiel, con su escudo de armas; fechada en 1649, se encuentra en muy buen estado de conservación con el sello de Felipe III.




            Completa la exposición una muestra de ornamentos litúrgicos de los siglos XVIII al XX, entre los que destaca una capa pluvial roja y la casulla y capa azules, utilizados en la solemnidad de la Inmaculada Concepción.

            Estamos, por lo tanto, ante un museo que, a pesar de sus reducidas dimensiones, ofrece un conjunto de obras, variadas y de sumo interés, que aconsejamos visitar a todos nuestros lectores.

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