Entre
los personajes nacidos en Mallén que el sacerdote D. Francisco Javier Córdoba
quiso destacar en su obra Manlia y Mallén,
se encuentra D. Valentín Carnicer
del que apenas conocemos otros datos que los reseñados en el citado libro en el
que afirmaba que fue Canónigo Doctoral de la catedral de Segorbe, Rector del
Seminario y Gobernador de la Mitra en varias etapas de sede vacante.
Sin
embargo, su nombre tiene cierta relevancia en la convulsa época de la primera
guerra carlista, dado que mientras la mayor parte del clero estuvo al lado del
pretendiente D. Carlos, D. Valentín Carnicer estuvo siempre al lado de la joven
reina Isabel II.
En
1837 falleció el obispo de Segorbe D. Julián Sanz Palomo y fue imposible
nombrar a un nuevo prelado, dado que la Corona de España tenía el derecho de
presentación de obispos y las relaciones con la Santa Sede estaban
prácticamente rotas, tanto por la simpatía demostrada por el Papa Gregorio XVI
hacia la causa carlista, como por la tensa situación provocada por las leyes
desamortizadoras.
El
conflicto se agravó cuando el gobierno español decidió nombrar Administradores
Apostólicos para las sedes que habían quedado vacantes, usurpando una potestad
reservada al Pontífice. Uno de los designados fue precisamente D. Valentín
Carnicer al que el 6 de abril de 1838 le fueron además encomendados “algunos
pueblos de la provincia de Castellón y la diócesis de Tortosa”.
La
respuesta del Vaticano fue designar un subdelegado apostólico y otro de
cruzada, dando lugar a un conflicto de jurisdicciones que queda patente en las
cartas pastorales que hizo públicas D. Valentín Carnicer, una de las cuales
llegó a ser editada y, asimismo, se dieron a conocer en la Gazeta de Madrid.
Como
dieron a conocer algunos autores, el canónigo de Mallén era considerado en Roma
como un “persecutore della Chiesa de Jesucristo” y, por esa razón, se llegaron
a enviar a esa diócesis misioneros para que contrarrestaran la influencia de
los eclesiásticos fieles al gobierno. Uno de ellos fue el carmelita P.
Francisco Palau, cuyas predicaciones provocaron la ira del gobierno.
No fue
hasta 1845 cuando la normalidad se restableció, con el nombramiento del obispo
de Barbastro D. Jaime Fort y Pérez, como Administrador Apostólico de Segorbe. En
mayo del año anterior había comenzado lo que se conoció como la “Década
Moderada” y el gobierno presidido por Narváez aprobó la Ley de Donación de
Culto y Clero que teóricamente restituía a la Iglesia los bienes desamortizados
y no vendidos, haciendo posible el inicio de las negociaciones que culminaron
con la firma del Concordato de 1851, siendo ya Papa el Beato Pío IX.
Lamentablemente,
de D. Valentín Carnicer no conocemos datos importantes como su segundo
apellido, su fecha de nacimiento y su trayectoria final, salvo que tuvo otro
hermano, llamado José, que también fue canónigo. Córdoba hacía alusión también
a dos hechos que prueban su fidelidad a la corona, el haber sido recompensado
con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III y el que Fernando VII llegara a
presentarle para un obispado, honor que declinó.
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