jueves, 3 de marzo de 2022

Imágenes de procesionaria

 

         Enrique Lacleta nos ha enviado imágenes de las orugas de procesionaria que estos días están abandonando sus nidos para dirigirse en fila india hacia los lugares en los que se enterrarán para completar su ciclo evolutivo.


         La conocida popularmente como “procesionaria del pino” (Thaumetopoea pityocampa) es una especie de lepidóptero que, como todos ellos, tiene un desarrollo que atraviesa fases de embrión, larva, pupa e imago.


         Todo comienza cuando, en verano, la mariposa hembra pone sus huevos en las copas de los árboles, con especial predilección por las de pino laricio. Un mes después, nacen las larvas que se alimentan de las hojas (acículas) del pino, construyendo esas bolsas características en las que se refugian tras alimentarse.


         De esa forma, pasan por cinco estados larvarios, en el tercero de los cuales desarrollan esos característicos pelos urticantes que pueden provocar serias reacciones alérgicas, bien en contacto directo con la oruga o por los que se desprenden de ellas. Especialmente grave puede ser su acción en los animales domésticos, como los perros a los que puede llegar a ocasionar la muerte.




         Desde febrero y durante el mes de marzo, las orugas en la quinta fase de su desarrollo descienden de sus nidos en busca de un lugar donde enterrarse. Lo hacen en fila, como si fuera una procesión (de ahí su nombre popular), porque son muy gregarias, pero sobre todo para proteger sus cabezas ante posibles depredadores. Se ha comprobado que la fila es siempre encabezada por una oruga hembra (quiere decir que dará lugar a una mariposa hembra).




         Esas filas pueden llegar a ser muy largas, el 30 de marzo de 2017 fotografiamos (con menos habilidad que Enrique) una de varios metros que cruzó el paseo de Borja, tras descender de una de las coníferas que allí hay, pues también coloniza los cedros y, en menor proporción, los abetos.


         Pero, como hemos comentado, son los pinos los árboles más afectados, de manera que todos hemos visto, en alguna ocasión, las bolsas que hay en ellos. Curiosamente, a pesar de la defoliación que ocasiona en ellos, no llega a ocasionar la muerte del árbol, por lo que, en la actualidad, sorprendentemente no se considera una plaga forestal, sino más bien un problema de salud pública.


         Por eso, se ha experimentado un notorio cambio en los procedimientos de lucha contra la procesionaria. Las fumigaciones aéreas con insecticidas que muchos recordamos fueron prohibidas por la Unión Europea, lo que entró en vigor en España en 2012.



        Se siguen utilizando fumigaciones puntuales de las bolsas con medios manuales o con drones, pero con insecticidas biológicos como el Bacillus thurigiensis que actúa por ingestión y no es perjudicial para el medio ambiente.


         Desde hace algún tiempo se viene empleando la endoterapia, un sistema consistente en inyectar en el tronco del árbol un insecticida que se distribuye por todo él, hasta llegar a las acídulas, ocasionando la muerte de las orugas al ingerirlas.


         También se han utilizado trampas con feromonas que atraen a los machos y los capturan, impidiendo su apareamiento con las hembras. Pero al haberse prohibido su empleo masivo, ha quedado reducido a labores de muestreo.


     Entre los métodos mecánicos se encuentran los anillos que se disponen en torno al tronco de los pinos, impidiendo el descenso de las orugas que mueren por la acción del producto con el que se los dota.


         Antiguamente, se empleaban los disparos de sal contra los nidos, pero lejos de ser un procedimiento obsoleto en algunos lugares ha vuelto a recurrirse a las sociedades de cazadores para, con las correspondientes autorizaciones, llevar a cabo campañas de disparos con importantes resultados.

         Pero, el sistema en los que más confianza depositan los expertos es el natural, basado en la acción de los numerosos depredadores que las procesionarias tienen en sus diferentes fases.



         Especial importancia tiene un hongo, el Cordyceps militaris que, cuando las orugas de la procesionaria descienden de los pinos, sus esporas se adhieren a los pelos de su cuerpo y se entierran con ellas. En condiciones ambientales adecuadas, las esporas germinan, el hongo parasita la crisálida y acaba con ella.

         Pero hay muchos más depredadores, desde insectos a aves. El mirlo y la abubilla, entre otros, son capaces de capturar crisálidas enterradas, mientras que los murciélagos se alimentan de las mariposas en las noches de verano, cuando se disponen a aparearse.




         Agradecemos a Enrique Lacleta el envío de las fotografías de las orugas de ese jardín zoológico que tiene, merced a las cuales hemos podido revisar algunos aspectos relacionados con esta “plaga” y su control.

 














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