Enrique Lacleta nos ha enviado imágenes de las orugas de procesionaria que estos días están abandonando sus nidos para dirigirse en fila india hacia los lugares en los que se enterrarán para completar su ciclo evolutivo.
La conocida popularmente como “procesionaria
del pino” (Thaumetopoea pityocampa) es una especie de lepidóptero que,
como todos ellos, tiene un desarrollo que atraviesa fases de embrión, larva,
pupa e imago.
Todo comienza cuando, en verano, la mariposa
hembra pone sus huevos en las copas de los árboles, con especial predilección
por las de pino laricio. Un mes después, nacen las larvas que se alimentan de
las hojas (acículas) del pino, construyendo esas bolsas características en las
que se refugian tras alimentarse.
De esa forma, pasan por cinco estados
larvarios, en el tercero de los cuales desarrollan esos característicos pelos
urticantes que pueden provocar serias reacciones alérgicas, bien en contacto
directo con la oruga o por los que se desprenden de ellas. Especialmente grave puede
ser su acción en los animales domésticos, como los perros a los que puede llegar
a ocasionar la muerte.
Desde febrero y durante el mes de
marzo, las orugas en la quinta fase de su desarrollo descienden de sus nidos en
busca de un lugar donde enterrarse. Lo hacen en fila, como si fuera una
procesión (de ahí su nombre popular), porque son muy gregarias, pero sobre todo
para proteger sus cabezas ante posibles depredadores. Se ha comprobado que la
fila es siempre encabezada por una oruga hembra (quiere decir que dará lugar a
una mariposa hembra).
Esas filas pueden llegar a ser muy
largas, el 30 de marzo de 2017 fotografiamos (con menos habilidad que Enrique)
una de varios metros que cruzó el paseo de Borja, tras descender de una de las
coníferas que allí hay, pues también coloniza los cedros y, en menor
proporción, los abetos.
Pero, como hemos comentado, son los
pinos los árboles más afectados, de manera que todos hemos visto, en alguna
ocasión, las bolsas que hay en ellos. Curiosamente, a pesar de la defoliación que
ocasiona en ellos, no llega a ocasionar la muerte del árbol, por lo que, en la actualidad,
sorprendentemente no se considera una plaga forestal, sino más bien un problema
de salud pública.
Por eso, se ha experimentado un notorio
cambio en los procedimientos de lucha contra la procesionaria. Las fumigaciones
aéreas con insecticidas que muchos recordamos fueron prohibidas por la Unión
Europea, lo que entró en vigor en España en 2012.
Se siguen
utilizando fumigaciones puntuales de las bolsas con medios manuales o con
drones, pero con insecticidas biológicos como el Bacillus thurigiensis
que actúa por ingestión y no es perjudicial para el medio ambiente.
Desde hace algún tiempo se viene
empleando la endoterapia, un sistema consistente en inyectar en el tronco del
árbol un insecticida que se distribuye por todo él, hasta llegar a las
acídulas, ocasionando la muerte de las orugas al ingerirlas.
También se han utilizado trampas con
feromonas que atraen a los machos y los capturan, impidiendo su apareamiento con
las hembras. Pero al haberse prohibido su empleo masivo, ha quedado reducido a
labores de muestreo.
Entre los
métodos mecánicos se encuentran los anillos que se disponen en torno al tronco
de los pinos, impidiendo el descenso de las orugas que mueren por la acción del
producto con el que se los dota.
Antiguamente, se empleaban los disparos
de sal contra los nidos, pero lejos de ser un procedimiento obsoleto en algunos
lugares ha vuelto a recurrirse a las sociedades de cazadores para, con las
correspondientes autorizaciones, llevar a cabo campañas de disparos con
importantes resultados.
Pero, el sistema en los que más
confianza depositan los expertos es el natural, basado en la acción de los
numerosos depredadores que las procesionarias tienen en sus diferentes fases.
Especial importancia tiene un hongo, el
Cordyceps militaris que, cuando las orugas de la procesionaria descienden
de los pinos, sus esporas se adhieren a los pelos de su cuerpo y se entierran
con ellas. En condiciones ambientales adecuadas, las esporas germinan, el hongo
parasita la crisálida y acaba con ella.
Pero hay muchos más depredadores, desde insectos a aves. El mirlo y la abubilla, entre otros, son capaces de capturar crisálidas enterradas, mientras que los murciélagos se alimentan de las mariposas en las noches de verano, cuando se disponen a aparearse.
Agradecemos a Enrique Lacleta el envío
de las fotografías de las orugas de ese jardín zoológico que tiene, merced a
las cuales hemos podido revisar algunos aspectos relacionados con esta “plaga”
y su control.
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