Cuando uno se desplaza a una localidad
que no conoce, en la que los habitantes empadronados no superan los 25, espera
encontrar un municipio al borde de su extinción y con las características
propias de lo que se ha venido en llamar la “España despoblada”.
Pero nada de eso nos ocurrió en Pomer donde lo que vimos fue algo muy diferente, a pesar de que, desde la lejanía, no sea posible captar una imagen demasiado representativa.
Lo primero que nos llamó la atención fue
la gran cantidad de gente que allí había y, por supuesto, la imposibilidad de
aparcar dado el elevado número de coches que ocupaban hasta los últimos rincones
del casco urbano. Tuvimos que llegar hasta el albergue, situado en las afueras,
para poder hacerlo, casi de milagro.
A lo lejos se veía uno de los elementos
representativos de la arquitectura tradicional, la nevera. No llegamos hasta
ella, pero pudimos constatar que sus características son similares a las de las
casetas circulares con falsa bóveda de nuestra zona. La rodean las antiguas
eras, en forma de bancales construidos con piedra seca. Caminando hacia el
centro urbano pasamos por la fuente de la Auneba.
Sorprenden las calles muy bien
pavimentadas con cemento y pizarra, al igual que las vemos en Tabuenca. Llaman
la atención también las casas que se levantan en muchos puntos de la población
y el número de ellas que no se corresponde al de habitantes empadronados, lo
que demuestra que hay muchas personas, oriundas de Pomer, que tienen allí su
segunda residencia.
En Pomer estaban en fiestas. Las
celebran ahora en honor a la Virgen y San Roque. En la plaza, junto a la iglesia
parroquial y al Ayuntamiento habían preparado mesas para disfrutar de una gran
paella y, en el frontón, los más jóvenes (que eran muchos), vistiendo impolutas
camisetas blancas se adentraban en las nubes de tintas de colores.
El monumento más importante es la
iglesia parroquial de San Jorge. Pudimos visitarla y a ella le dedicaremos
mañana un artículo porque lo merece. Hoy ofrecemos otro, en torno a un lienzo
que nos interesó especialmente por mencionar al que fuera señor de Pomer y
primer conde de Argillo.
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