Hace pocos días, cuando buscábamos paralelismos entre una imagen de Gallur y otras de Tauste, tuvimos que recurrir a una obra que lleva por título Tesoros Artísticos de la Villa de Tauste. Esculturas y Jocalias (la acentúan indebidamente), comprobando con consternación que no la teníamos disponible en nuestra biblioteca, ocupando su lugar la tarjeta en la que se indicaba que se la había llevado “prestada” un profesor universitario “in illo tempore”.
No es la primera vez que nos sucede y,
en estos casos, ante la imposibilidad de recuperarlas, procuramos volver a adquirirlas
cuando, como en este caso, revisten un interés muy especial.
Nuestra biblioteca no presta los
libros, aunque facilita el acceso a nuestros fondos a todos aquellos que requieren
consultarlos en la sala destinada a este fin. Aunque lo normal es que la mayor
parte de los investigadores acepten el sistema no faltan algunos que, por su
especial cualificación o su vinculación con el Centro, insistan hasta conseguir
llevárselos en préstamo “por algunos días”, siempre con la promesa de
devolverlos.
Lo que ocurre es la memoria flaquea,
tanto en jóvenes como en ancianos, y no faltan quienes no hacen el menor
esfuerzo por reavivarla. De ahí, que aquí como en otras bibliotecas, nos
encontremos con “faltas” que eran más nutridas hace unos años que, en la
actualidad, cuando nos hemos vuelto más intransigentes.
En una reciente revisión, pudimos
comprobar que estas “ausencias” alcanzaban una cifra ligeramente superior a las
120 obras. No es demasiado atendiendo al número total de libros de nuestra
biblioteca, pero molesta, sobre todo al verificar el nombre de los
prestatarios.
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