Habíamos dejado atrás la capilla de San José, situada en otras de las pandas del claustro de la colegiata, a la que, sin embargo, habíamos dedicado un extenso artículo en 2012, que ahora retomamos, incorporando las nuevas aportaciones realizadas desde entonces por el Dr. D. Alberto Aguilera Hernández.
Tradicionalmente, ha sido
vinculada a la cofradía que, bajo advocación del Santo Patriarca, reunía a
carpinteros, cuberos, torneros, herreros, albañiles y hojalateros. Fue el Dr.
Aguilera quien localizó en el Archivo de Protocolos Notariales el instrumento
de fundación de la misma, fechado el 24 de abril de 1625. Se trata de una
concordia entre el cabildo de la colegial y cinco vecinos de Borja, todos ellos
relacionados con el sector de la construcción, entre los que destaca Domingo de
Aroza menor, perteneciente a una dinastía de albañiles y responsable de la
edificación de buena parte del convento de agustinos y de otras muchas obras.
Su padre, también llamado
Domingo de Aroza había sido el autor, junto con Gonzalo Cisneros de la celosía
existente en la antigua iglesia parroquial de San Miguel, actual Museo
Arqueológico, por lo que hay que rechazar la condición de moriscos que algunos
autores atribuían a los responsables de esa importante obra.
Al
fundarse la cofradía, el cabildo le cedió una capilla preexistente en el
claustro, bajo la misma titularidad. Asimismo, les concedió un patio anexo para
edificar la sacristía y un lugar frente a la capilla para hacer un carnerario
en el que enterrar a los miembros de la misma.
Poco
después acometieron obras de ampliación de la primitiva capilla, haciéndose
cargo de las mismas Alfonso de León, que era miembro de la cofradía. Conocemos
que, en 1629, el ayuntamiento se opuso a que las mismas invadieran la calle
contigua, invitando a que se alcanzara un acuerdo con Miguel de Funes, para que
les cediera un trozo de la huerta que tenía en aquel lugar.
Este es
el exterior que ofrece la capilla en la calle Claustrones, donde se aprecia su
forma poligonal y su prolongación más allá de los límites de perímetro del
claustro.
Hacia
1642 se encargó el actual retablo, de cuya mazonería desconocemos el nombre del
autor. Se estructura en un cuerpo único, flanqueado por dos columnas de fuste
estriado. En la parte superior corre un arquitrabe con el friso decorado por cabezas
de angelotes pintada y sobre él, un frontón abierto, con un pináculo en la
parte central.
El lienzo
central, en torno al cual corre la frase “Jesús, María, José. Alabado sea el Santísimo
Sacramento del altar y María Santísima concebida sin mancha de pecado original”
fue realizado por Jacinto Navarro, un modesto pintor vecino de Mallén. Le entregaron,
como modelo, una estampa que Alberto Aguilera ha identificado como un grabado
del alemán Johann Heinrich Löffler. En ella aparece la Sagrada Familia y, sobre
ella, la Santísima Trinidad.
En este caso,
puede verse al Dios Padre, representado como un anciano de luenga barba blanca,
en actitud de bendecir, acariciando con la mano izquierda al orbe. Bajo él, la
paloma que representa al Espíritu Santo y todo ello rodeado por ángeles con
instrumentos musicales. La Trinidad la completa la Segunda Persona, en la
figura del Niño que llevan de la mano San José y María.
La escasa competencia del autor se pone de manifiesto en la forma en que fue resuelta la escena y en detalles como el perceptible “arrepentimiento” que se advierte en uno de los brazos de San José, dando la impresión de que el Santo posee tres.
A pesar de ello, Navarro
realizó otras obras en nuestra ciudad, concretamente en la iglesia de San
Bartolomé, en el convento de agustinos, en la propia colegiata y, también se
conserva una de sus obras en la Casa de Aguilar, la de la imposición del collar
a Santa Teresa que, con la Virgen, tiene como protagonista a San José. Al ver ahora
las imágenes nos ha llamado la atención el claustro que se adivina a través de
la ventana del fondo. ¿Puede ser el del convento de agustinos de Borja?
En el
banco, la tabla central representa la Transfiguración del Señor. A ambos lados
el Nacimiento y la Huida a Egipto.
En los
plintos de las columnas aparecen los cuatro Evangelistas que, además de sus
atributos personales, llevan en sus manos una filacteria con su nombre. El
orden es el siguiente: San Mateo (un ángel); San Marcos (un león); San Lucas
(un toro) y San Juan (un águila).
A ambos
lados del retablo hay sendas cartelas, en las que puede leerse: “A Pío IX Pontífice
Máximo” y “Declaratus Protector Ecclesiae Universalis”, en referencia a la declaración
de San José como Patrono de la Iglesia, efectuada el 8 de diciembre de 1870, por
el Papa Pío IX, mediante el decreto Quemadmodum Deus.
Debajo
de ellas hay unas hornacinas. En la de la izquierda se encuentra una imagen de la
Virgen del Carmen que fue colocada allí tras fracasar el proyecto de dedicarle
una ermita en el Santuario de Misericordia. El Dr. Aguilera ha podido documentar
que es obra del escultor Tomás Llovet, a quien le fue encargada a comienzos del
siglo XIX.
En la
otra se encuentra la imagen procesional de San José con el Niño, que el racionero
Juan González había donado al cabildo y éste la entregó a la cofradía. Se
desconocen los autores de las tallas del Santo y del Niño Jesús (de diferente
factura), y este año ha sido restaurada por encargo de la cofradía.
El
rejado original de la puerta, que no es el actual, fue realizado, en 1643, por
el albañil Miguel de Araiz, un curioso personaje implicado en varios delitos,
entre ellos un asesinato llevado a cabo en 1624.
Finalmente, en 1647, se construyó la sacristía, siendo sus autores Miguel de Aroza y Domingo Ibáñez. Miguel era el segundo hijo de Domingo de Aroza mayor y su biografía ha podido reconstruirse. Sin embargo, de Domingo Ibáñez los datos son mucho más escasos. Por sus dimensiones, este espacio fue utilizado por otras cofradías para la celebración de sus Juntas Generales y, hasta época contemporánea, sirvió para almacenar las sillas y reclinatorios personales que muchas personas utilizaban durante las funciones religiosas cuando aún no había bancos e, incluso, mucho tiempo después.
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