Al pie de la Muela Baja, en la vertiente que asoma a Valcardera, existe un lugar de gran interés natural, muy poco conocido que responde al nombre de “La Saladilla”, el cual alude precisamente a una de las características que han despertado nuestro interés. En su busca ha ido el pasado fin de semana el Dr. D. Isidro Aguilera, acompañado por D. Juan Manuel Serrano Lacaba.
Se trata de un manantial de aguas
salobres que discurren por un toyo o barranco de unos 200 metros de longitud,
en torno al cual crece una densa vegetación compuesta por tamarices, juncos y
carrizos. El lugar destaca como un trazo verde en medio de la aridez de su
entorno.
A la salida del barranco se acumula
una costra salina, posiblemente de cloruro sódico en alto porcentaje. La sal
común es un elemento indispensable para la vida de los mamíferos y más todavía
para el ser humano, dado que, a partir de que los cereales se convirtieron en
la base de la alimentación humano, la aportación de la sal hubo que aportarla a
partir de fuentes minerales.
Por lo tanto, disponer de sal
cercana a la Muela de Borja, densamente poblada de la Prehistoria, pudo suponer
una ventaja indudable frente a otros lugares más lejanos en los que se podía
encontrar, como la laguna de Bisimbre y el pozo salado de Magallón.
Pero, al margen de su interés histórico,
esta zona también es importante desde el punto de vista natural, dado que a
ella acuden corzos y jabalíes en busca de la sal y, al mismo tiempo, sirve de
refugio para las aves, en esta época estival en el que la Estanca y otras
fuentes están secas. Merece, por lo tanto, ser protegida.
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