Siguiendo con el análisis de los dibujos de D. Federico Bordejé, que está realizando Jorge Andía, hoy aborda la cuestión de las murallas del Cinto, que, en realidad, son las del castillo, dado que, como señalaba en su último artículo, el castillo no era únicamente el peñón, al que ahora damos ese nombre, sino un complejo más amplio que conformaba una alcazaba que sufrió diversas trasformaciones a lo largo de los siglos, y de la que formaba parte todo el Cinto.
Ese recinto estaba rodeado de una
muralla que llegaba al borde del cortado de la roca sobre la que se situaba
dicho complejo. D. Federico lo databa en
época romana, pero estudios más recientes, a los que aludía, en 2008, el Dr. D.
Isidro Aguilera en su “Informe preliminar para la recuperación y puesta en
valor de la muralla del cinto de Borja” hay que situarlas en época califal (siglo
X), lo que les concede especial valor.
En esta antigua foto podemos ver
parte de las casas que se construyeron, sobre ellas, cuando el castillo perdió
su función defensiva. Hay que recordar que, en el interior de la alcazaba, se
encontraba la judería, donde a cambio del mantenimiento de las murallas, los
reyes garantizaban la protección de los miembros de la aljama. Tras la
expulsión de los judíos, fueron llevados allí algunos moriscos, para que
cumplieran el mismo cometido.
Actualmente, gran parte de esas edificaciones
se han perdido, pero, pero, a pesar de ello, se conserva las bases de los torreones y la
propia muralla en sillería sobre las que fueron levantadas. El Dr. Aguilera
Aragón llamaba la atención sobre esos restos, que describía como “un
elemento muy significativo de la arquitectura medieval de estas juderías
aragonesas y que merecen ser conservadas y puestas en valor a la vez que la
muralla medieval”.
Esta es la situación actual;
debemos recordar que en 2016 hubo un desprendimiento de uno de los torreones,
pero todo el conjunto se encuentra en una situación de ruina y abandono, a
pesar de las recomendaciones de los expertos que, como señalan “desde el
punto de vista patrimonial estas murallas constituyen un raro elemento dentro
del panorama de las poblaciones aragonesas. Su origen andalusí las hace merecedoras
de un extremo cuidado en su conservación y puesta en valor “
Ahora, este primer trazado de
muralla solo es visible parcialmente en su cara norte, ya que se encuentra
embutido en construcciones posteriores o enterrado, como afirma el propio
informe mencionado. En la actualidad hay identificados cinco torreones, pero posiblemente
existen más, ya que son visibles sus restos a lo largo de la ladera.
Bordejé nos dejó estos dos dibujos
fechados en el año 1934, en los que representaba los restos visibles en la
ladera del castillo que creemos haber. El primero de ellos se corresponde con
los restos de uno de los torreones, mientras que el segundo es un tramo de
muralla, en la que destacan distintos aspectos, como el ligero almohadillado de
las los sillares de sus hiladas inferiores.
Este es el aspecto actual de la
zona correspondiente a esos dibujos, que se mantiene igual, a pesar de algunas
pérdidas y la acumulación de tierras y plantas, pero en esencia, poco han cambiado.
Ojalá que algún día pueda ser acometido un completo estudio de algo tan
interesante como estas murallas que, sin duda, nos depararán sorpresas.


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