Tras la construcción del convento de Santa Clara, a comienzos del siglo XVII, fue configurándose al otro lado de la puerta principal de la ciudad, un nuevo espacio urbano, la actual plaza de San Francisco.
En 1675, con el dinero obtenido por la
predicación de nueve Cuaresmas que les habían sido concedidas, los franciscanos
construyeron allí un surtidor, el llamado “brollador de San Francisco”, frente
a la misma puerta. El agua procedía de la que ellos utilizaban para el riego de
su huerta.
En 1742, hacía muchos años que ya no
funcionaba el citado surtidor y el corregidor decidió ponerlo, de nuevo, en
funcionamiento. Más de la mitad de los gastos del arreglo corrieron a cargo del
propio corregidor “en vista de los ahogos económicos que sufre la ciudad”.
En torno al brollador había unos
bancos, como parece deducirse del acuerdo tomado en 1753, en virtud del cual se
procedió a reparar esos bandos y la fuente, sacando “las piedras necesarias del
castillo”.
Su función era, fundamentalmente, ornamental. Pero, en 1765, se adecuó para que “para que pudieran beneficiarse los vecinos y abrevar los caballos de los regimientos de guarnición en la ciudad” que tenían su cuartel en la calle de Belén.
Sin embargo, la fuente actual se
construyó en 1862. Las obras se iniciaron el 14 de marzo de ese año, siendo
colocada la primera piedra con asistencia de la corporación municipal en pleno.
Previamente, se había acordado que la nueva fuente llevara el nombre de “Fuente
del Álamo”, en recuerdo “del árbol frondosísimo que se conservó por algunos
años en el mismo sitio”.
El resultado no fue excesivamente
bueno, pues las reparaciones efectuadas a lo largo del siglo XIX fueron
constantes.
Ya en el siglo XX, la fuente asistió al desarrollo de los festejos taurinos, que tras su instauración a mediados de esa centuria, tuvieron como escenario la plaza de San Francisco, cerrado con carros, hasta que se introdujeron las plazas portátiles. Con ese motivo, se vaciaba la fuente y en su interior se acomodaban los lidiadores que ponían especial empeño en que las vacas se saltaran dentro.
También, en torno a la fuente, se
celebraba el ferial de ganados, un espectáculo multitudinario que se extendía
por las calles aledañas y que reunía a gentes procedentes de los más diversos
lugares para vender o adquirir esos animales que bebían de las aguas de la
fuente.
En estos momentos, la fuente es una de
las pocas con agua y cuenta incluso con algunas carpas. Ha conservado los tubos
que servían para llenar cántaros y botijos a los vecinos del entorno, por los
que aún sigue cayendo el agua.



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