El conde de
Torreflorida, D. Luis María Garriga Ortiz, ha donado al Centro de Estudios
Borjanos dos banderas históricas que conservaba su familia. Una de ellas es la
de la Comunidad Tradicionalista de Borja.
Bordada en seda, lleva en su anverso el escudo de España sobre la franja gualda de la enseña nacional y, en torno a él, la leyenda: “Dios, Patria, Rey. Círculo C. Tradicionalista de Borja”.
Llamamos la
atención sobre el hecho de que, en la parte superior del escudo de España,
puede verse un escusón, con la imagen del Sagrado Corazón. Fue D. Alfonso Carlos
quien, en 1932, manifestó su propósito de entronizar el Sagrado Corazón de
Jesús en el escudo nacional, “siendo colocado sobre las flores de lis de la
Casa de Anjou y entre los cuarteles de Castilla y de León, bajo la Corona Real”.
Su sucesor, D. Javier de
Borbón-Parma y Braganza, añadió en 1942 el Inmaculado Corazón de María, de manera
que ambos Sagrados Corazones, aparecían juntos en le escudo nacional.
Estos datos nos ayudan a datar la
bandera de Borja que, desde luego, corresponde a la época de la II República.
En el reverso
de la bandera que estamos comentando aparece el escudo de Borja, en la versión
que entonces se usaba, rodeado por la misma leyenda que figura en el anverso.
Otra bandera
(de menor tamaño) que nos ha donado ha sido la de los “Pelayos de Borja”. En
ella aparece la imagen de San Pelayo, portando la palma del martirio, sobre una
guirnalda de laurel.
Los Pelayos
eran la sección infantil del Requeté, en la que los niños recibían instrucción
premilitar y de los valores del carlismo.
Entre 1936 y
1938, fue editado un seminario infantil, con el título de Pelayo, al que
Falange respondió con otro llamado Flechas, pero tras el Decreto de
Unificación ambos se refundieron en Flechas y Pelayos. No obstante, hace
pocos años ha vuelto a publicarse Pelayos, con el subtítulo de “Revista juvenil
católico-monárquica”.
El nombre de
Pelayos no hacía referencia al caudillo astur que dio inicio a la Reconquista
en Covadonga, sino a San Pelayo, un niño de origen gallego que fue llevado como
rehén a Córdoba, durante el califato de Abderramán III, a cuyo servicio entró.
Prendado por la belleza del joven, tenía ya 14 años, le propuso convertirse al
Islam y mantener relaciones sexuales con él, a lo que Pelayo se opuso con vehemencia,
incluso tras ser amenazado de muerte. Irritado Abderramán por su negativa,
mandó descuartizarlo y, muy pronto, la Iglesia comenzó a tributarle culto, como
símbolo de la Castidad y de su fidelidad a Cristo.
Excelente
ejemplo para los niños que asistieron al acto y con los que quiso posar D. Luis
María, animándoles también a imitar sus logros deportivos que, como es lógico,
los niños no conocían, quedando admirados y sorprendidos.










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