lunes, 6 de octubre de 2025

Banderas históricas en la Casa de Aguilar

         El conde de Torreflorida, D. Luis María Garriga Ortiz, ha donado al Centro de Estudios Borjanos dos banderas históricas que conservaba su familia. Una de ellas es la de la Comunidad Tradicionalista de Borja.

         Bordada en seda, lleva en su anverso el escudo de España sobre la franja gualda de la enseña nacional y, en torno a él, la leyenda: “Dios, Patria, Rey. Círculo C. Tradicionalista de Borja”.

 

 

         Llamamos la atención sobre el hecho de que, en la parte superior del escudo de España, puede verse un escusón, con la imagen del Sagrado Corazón. Fue D. Alfonso Carlos quien, en 1932, manifestó su propósito de entronizar el Sagrado Corazón de Jesús en el escudo nacional, “siendo colocado sobre las flores de lis de la Casa de Anjou y entre los cuarteles de Castilla y de León, bajo la Corona Real”.

 

Su sucesor, D. Javier de Borbón-Parma y Braganza, añadió en 1942 el Inmaculado Corazón de María, de manera que ambos Sagrados Corazones, aparecían juntos en le escudo nacional.

Estos datos nos ayudan a datar la bandera de Borja que, desde luego, corresponde a la época de la II República.

 

         En el reverso de la bandera que estamos comentando aparece el escudo de Borja, en la versión que entonces se usaba, rodeado por la misma leyenda que figura en el anverso.

 


         Otra bandera (de menor tamaño) que nos ha donado ha sido la de los “Pelayos de Borja”. En ella aparece la imagen de San Pelayo, portando la palma del martirio, sobre una guirnalda de laurel.

 

         Los Pelayos eran la sección infantil del Requeté, en la que los niños recibían instrucción premilitar y de los valores del carlismo.

 

         Entre 1936 y 1938, fue editado un seminario infantil, con el título de Pelayo, al que Falange respondió con otro llamado Flechas, pero tras el Decreto de Unificación ambos se refundieron en Flechas y Pelayos. No obstante, hace pocos años ha vuelto a publicarse Pelayos, con el subtítulo de “Revista juvenil católico-monárquica”.

 

         El nombre de Pelayos no hacía referencia al caudillo astur que dio inicio a la Reconquista en Covadonga, sino a San Pelayo, un niño de origen gallego que fue llevado como rehén a Córdoba, durante el califato de Abderramán III, a cuyo servicio entró. Prendado por la belleza del joven, tenía ya 14 años, le propuso convertirse al Islam y mantener relaciones sexuales con él, a lo que Pelayo se opuso con vehemencia, incluso tras ser amenazado de muerte. Irritado Abderramán por su negativa, mandó descuartizarlo y, muy pronto, la Iglesia comenzó a tributarle culto, como símbolo de la Castidad y de su fidelidad a Cristo.

 

         Excelente ejemplo para los niños que asistieron al acto y con los que quiso posar D. Luis María, animándoles también a imitar sus logros deportivos que, como es lógico, los niños no conocían, quedando admirados y sorprendidos.


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