Cuando concebimos la creación del Museo de la Colegiata, a la que siguieron las de otros museos en nuestra ciudad, pretendíamos mostrar y recuperar una parte importante de nuestro Patrimonio Cultural que permanecía oculto o no se mostraba en las condiciones adecuadas.
Pero,
también, estábamos seguros que ese esfuerzo iba a servir para dotar a Borja de
un recurso cultural del más alto nivel, capaz de atraer un cierto flujo de
visitantes hasta aquí. En aquellos momentos, hubo algunos que no compartían ese
criterio e, incluso, consideraban innecesario el disponer de unas instalaciones
de las que muy pocas poblaciones podían enorgullecerse. Hoy, cuando el Turismo
Cultural se ha hecho un hueco importante dentro de la oferta turística, hemos
comprobado que nuestros planteamientos eran acertados y, no hace mucho, hemos
escuchado como se destacaba públicamente lo que Borja ha aportado a la Cultura
aragonesa.
Y,
cuando el pasado sábado, pudimos comprobar el éxito de esa iniciativa ya
tradicional que es la de las noches de verano en el Museo de la Colegiata, esa
impresión se reafirmó. No dejar de ser gratificante que un elevado número de
personas, procedentes de otras localidades se desplazaran hasta aquí, tras
haber reservado plaza por motivo de la epidemia, lo que no deja de ser un
inconveniente. Pero, a pesar de ello, allí vimos personas aisladas y grupos que
recorrían las salas para terminar con esa copa de vino en la terraza superior,
elogiando todas ellas, tanto el contenido de las instalaciones como la propia
iniciativa de ofertar estas visitas nocturnas tan agradables.
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