El buen tiempo, junto con el acierto en algunos de los cambios introducidos en la organización de los actos de nuestra Semana Santa, han contribuido al éxito y esplendor alcanzados. El pregón del Entierro de Cristo, que partió del pórtico de la colegiata a la una de la tarde del Viernes Santo, se desarrolló en un ambiente primaveral y con la presencia de numeroso público.
Este cortejo que tiene como objeto invitar
a los fieles a participar en el “Entierro de Cristo”, es encabezado por los
heraldos y la bandera negra que porta la cofradía de San Bartolomé. Le sigue la
Banda de Cornetas y Tambores de la cofradía de San Juan Evangelista.
Vienen a continuación representantes de
otras cofradías, cerrando la comitiva los miembros de la cofradía de las Almas,
a cuyo cargo está el pregón. Como hemos comentado en otras ocasiones, el hábito
de la misma es el que era propio del primitivo Entierro de Cristo: de color
negro, ceñido con cordón franciscano, y tocados con terceroles. Los colores en
los hábitos estaban completamente prohibidos, pero fue la cofradía de San Juan
la primera en introducirlos, a mediados del siglo XX, y después siguieron las
restantes, cada una con los colores que eligieron. Sólo la de las Almas se mantuvo
fiel a la tradición.
Los cofrades marchan, acompañados por
un corneta y un tambor, deteniéndose en todas las plazas de la ciudad y allí, tras
el redoble del tambor y el toque de atención del corneta, el cantor entona el
texto del pregón. Solía ser el encargado de este cometido, uno de los infantes
de la capilla de Música de la colegiata. Lo que ocurre es que ya no hay infantes
y los niños suelen crecer con el tiempo… Lo que permanece inalterable es el
texto:
Devotos fieles cristianos,
amigos
de Jesús Nazareno,
Hijo
de María Santísima,
que
acaba de morir
por
la Redención del mundo.
Acudiréis
a las ocho de la tarde
a
solemnizar su entierro,
a
llorar al pie de la Cruz nuestros pecados.
En el pasado, acompañaba al pregón un
sacerdote (había muchos más que ahora) que, tras la invitación del cantor,
iniciaba el rezo de un Padrenuestro y un Ave María, antes de reemprender el
recorrido.
Y así se fue repitiendo, como hemos señalado,
en todas las plazas en las que, como muestra esta última foto, era notable la presencia
de público.
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