El Viernes Santo no hay celebración
eucarística y, para que los fieles puedan comulgar ese día, tras la Misa del
Jueves Santo, se reserva el Santísimo en el llamado “monumento”, situado en una
capilla lateral.
Era, al mismo tiempo, una expresión de exaltación a la Eucaristía, especialmente impulsada desde el concilio de Trento, por lo que los monumentos eran decorados con gusto y profusión de luces y flores.
Hubo un tiempo en el que se instalaban
en el marco de un escenario de bambalinas, como si de un escenario se tratara.
De aquellos llamativos monumentos se mantiene vivo el de Biscarrués, pero
restos de ellos se han conservado en Ambel y, posiblemente, en Mallén.
Además, en torno a ellos, fueron
surgiendo hermosas tradiciones como la de Gallur, en donde el Alcalde o
Alcaldesa deposita su vara de mando en el monumento. O, en Épila, donde la llave
que cierra la urna eucarística es colgada del cuello del Alcalde que,
seguidamente, se recluye en su domicilio hasta el día siguiente.
Pero la tradición más arraigada era y es la de las visitas a los monumentos. En Épila la protagonizan tres niñas, ataviadas como las tres Marías y en Borja se instalaban siete monumentos para efectuar el recorrido por todos ellos, como si fueran las basílicas romanas. Los hubo en las primitivas parroquias: Santa María, San Bartolomé y San Miguel; en los dos conventos de religiosas: Santa Clara y la Concepción; y en los desaparecidos de Capuchinos y Dominicos. Hemos llegado a conocerlos a todos, lo que demuestra que la costumbre se mantuvo hasta nuestros días. Quedaron después cuatro, pero el de San Bartolomé fue suprimido recientemente, ante las nuevas normas litúrgicas que impiden su instalación si no ha habido Eucaristía el Jueves Santo.
En Borja, recorría los monumentos la
corporación municipal en pleno, en la mañana del Viernes Santo. Esa tradición desapareció,
pero se ha mantenido la visita que se efectúa en la tarde del Jueves Santo, a
cargo de la procesión de los Cristos.
Una representación de todas las
cofradías, junto con el sacerdote que la preside entran en cada templo. Antes
también lo hacía el paso de Cristo Crucificado, que ahora queda en el exterior.
El sacerdote, en este caso nuestro
párroco, efectuó una inspirada monición ante cada monumento, seguida con fervor
por los asistentes, lo que indudablemente da un profundo sentido a una
procesión que es algo más que un mero espectáculo, lo que podría reforzarse con
un mayor número de personas (fieles sin hábitos) acompañando a los pasos y rezando,
como antes, los Misterios Dolorosos, aunque la presencia de las bandas (que
antes no participaban) haría difícil esa práctica (que se podría efectuar en
silencio).
No queremos dejar de comentar los tres
monumentos que se instalaron en Borja. El de Santa María, por diversas circunstancias,
hubo que situarlo en la capilla de nuestra Patrona, aunque sensiblemente
reducido en cuanto a su decoración. El de Santa Clara siguió el diseño de años
anteriores, siendo instalado en el crucero.
Pero fue en la Concepción, donde
notamos un cambio llamativo, ya que aquella consola rococó sobre la que se
situaba la urna, ha sido reemplazada por un conjunto instalado en la capilla de
Santa Beatriz de Silva, procedente del convento de concepcionistas de Calamocha.
Comoquiera que ese convento estaba
dedicado a San Miguel, la imagen del arcángel remata la urna, de peculiar
diseño, que esta situada sobre un pedestal en forma de estípite, flanqueado por
dos ángeles luciferarios (que portan luces).
No hay comentarios:
Publicar un comentario