domingo, 9 de abril de 2023

El buen tiempo acompañó al pregón del Entierro de Cristo

 

         El buen tiempo, junto con el acierto en algunos de los cambios introducidos en la organización de los actos de nuestra Semana Santa, han contribuido al éxito y esplendor alcanzados. El pregón del Entierro de Cristo, que partió del pórtico de la colegiata a la una de la tarde del Viernes Santo, se desarrolló en un ambiente primaveral y con la presencia de numeroso público.



         Este cortejo que tiene como objeto invitar a los fieles a participar en el “Entierro de Cristo”, es encabezado por los heraldos y la bandera negra que porta la cofradía de San Bartolomé. Le sigue la Banda de Cornetas y Tambores de la cofradía de San Juan Evangelista.

 


         Vienen a continuación representantes de otras cofradías, cerrando la comitiva los miembros de la cofradía de las Almas, a cuyo cargo está el pregón. Como hemos comentado en otras ocasiones, el hábito de la misma es el que era propio del primitivo Entierro de Cristo: de color negro, ceñido con cordón franciscano, y tocados con terceroles. Los colores en los hábitos estaban completamente prohibidos, pero fue la cofradía de San Juan la primera en introducirlos, a mediados del siglo XX, y después siguieron las restantes, cada una con los colores que eligieron. Sólo la de las Almas se mantuvo fiel a la tradición.

 



         Los cofrades marchan, acompañados por un corneta y un tambor, deteniéndose en todas las plazas de la ciudad y allí, tras el redoble del tambor y el toque de atención del corneta, el cantor entona el texto del pregón. Solía ser el encargado de este cometido, uno de los infantes de la capilla de Música de la colegiata. Lo que ocurre es que ya no hay infantes y los niños suelen crecer con el tiempo… Lo que permanece inalterable es el texto:

Devotos fieles cristianos,

         amigos de Jesús Nazareno,

         Hijo de María Santísima,

         que acaba de morir

         por la Redención del mundo.

         Acudiréis a las ocho de la tarde

         a solemnizar su entierro,

         a llorar al pie de la Cruz nuestros pecados.

 



         En el pasado, acompañaba al pregón un sacerdote (había muchos más que ahora) que, tras la invitación del cantor, iniciaba el rezo de un Padrenuestro y un Ave María, antes de reemprender el recorrido.

 



         Y así se fue repitiendo, como hemos señalado, en todas las plazas en las que, como muestra esta última foto, era notable la presencia de público.



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