Hoy vamos a dar a conocer otro interesante documento conservado en el archivo de la familia Ojeda. Se trata de un billete para viajar en diligencia desde Madrid a Zaragoza, expedido a nombre de Dª. Agustina Perpiñán.
Agustina Perpiñán Sarabia, era hija
de los barones de la Torre y contrajo matrimonio con D. Manuel de Ojeda y
Palomo, tenor y gentilhombre de cámara, de los que desciende la saga de los
Ojeda Perpiñán, de la que nos hemos ocupado en ocasiones anteriores, entre
cuyos miembros se encontraba D. Alfredo de Ojeda Perpiñán, que fue Alcalde de
Zaragoza y Presidente de la Diputación Provincial.
El documento tiene indudable
interés, dado que era poco frecuente que lo conservaran los usuarios, pues
tenían que entregarlo al final del viaje. A través del mismo, podemos conocer
algunas de las características de aquellos viajes en diligencia.
En el billete se indica que su
precio fue de 400 reales, una cantidad importante y que correspondía a los
asientos 5 y 6 “de interior”. Es posible, por lo tanto, que Dª. Agustina
viajara acompañada. Como equipaje llevaba un baúl, un saco de noche y una sombrerera.
Como ese conjunto excedía en peso de las 50 libras a que daba derecho a
transportar el billete, tuvo que abonar 20 reales por las 25 libras de más.
Algunos de esos datos los
comentaremos más adelante, pero ya podemos señalar que el viaje se inició en
Madrid, a las once de la noche del 12 de julio de 1854, aunque el billete había
sido expedido el día 9 de ese mes. Además, era preciso presentarse en el punto
de partida con dos horas de antelación a la de salida.
Al dorso del
billete aparecen las condiciones en las que se prestaba el servicio, entre las
que destacan las indemnizaciones que abonaba la compañía, en caso de pérdida de
alguna parte del equipaje, salvo que hubiera sido ocasionada por incendio
involuntario o robo a mano armada, algo no demasiado raro en algunos trayectos.
También se prohibía llevar animales en el interior del carruaje y sólo podían
ser transportados pájaros enjaulados, pero en la baca.
La compañía de
Diligencias-Postas Generales había sido creada en 1849, tras la fusión
autorizada por el Ministerio de Comercio de las compañías “Diligencias
Generales de España” y “Postas Peninsulares”, llegando a ser la más importante
de España.
Su sede en
Madrid estaba en la calle Alcalá 15 y, en Barcelona, en el número 2 de la
Rambla de Santa Mónica. Tenía varias líneas, aunque el número de sus viajeros
que, en 1848, ascendieron a 85.006 personas, era muy inferior al de las
compañías de diligencias en otros países.
Los carruajes tenían tres clases de
asientos: berlina, interior tres clases de asientos, la berlina, el interior y
cupé. La berlina era la clase más cara; estaba situada en la parte anterior,
justo detrás del pescante con un asiento transversal normalmente para tres
plazas, ventanillas de cristales al frente. El “interior” estaba detrás de la
berlina, en el centro del carruaje, con dos asientos transversales en varias
filas. Detrás del pescante, sobre el
techo del carruaje y delante de la barandilla estaba el departamento más
económico, el cupé, formado por un asiento transversal para tres plazas abierto
por delante con cubierta de cuero para los pies y las piernas que se unía a una
capota. Sobre la diligencia estaba la Baca, donde iban los equipajes.
No todos los
modelos de diligencias eran iguales y estas imágenes corresponde a algunas de
ellas. Al frente de ellas, en el pescante, iba el mayoral que era el
responsable del viaje y el representante de la compañía. Además de guiarla, se
encargaba del cuidado del carruaje, de su limpieza y mantenimiento. Como
ayudante llevaba al zagal que solía llevar las riendas y, en los tramos
difíciles, podía bajar para facilitar el paso. En esta última imagen, sobre una
de las caballerías puede verse al postillón, que era la persona encargada del
tiro. En cada una de las postas en la que se detenía, se cambiaban los caballos
y el postillón retornaba a la anterior posta con las que habían hecho el último
trayecto, subiendo otro postillón.
Las casas de postas estaban
situadas cada 20 o 22 kilómetros, aproximadamente, y, en ellas, además de
cambiar el tiro, los viajeros podían tomar algún refrigerio y descansar, por lo
que los viajes duraban mucho. Por ejemplo, para recorrer los 400 kilómetros que
separan Barcelona de Valencia se empleaban tres jornadas, por lo que en el
viaje de Madrid a Zaragoza se emplearían algo más de dos.
Podríamos extendernos en otros
aspectos, como el mal estado de las fondas donde los viajeros debían pernoctar,
muy criticadas por los extranjeros que recorrían España, pero lo haremos en otros artículos.





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