sábado, 7 de junio de 2025

Cuando se viajaba en diligencia

 

         Hoy vamos a dar a conocer otro interesante documento conservado en el archivo de la familia Ojeda. Se trata de un billete para viajar en diligencia desde Madrid a Zaragoza, expedido a nombre de Dª. Agustina Perpiñán.

Agustina Perpiñán Sarabia, era hija de los barones de la Torre y contrajo matrimonio con D. Manuel de Ojeda y Palomo, tenor y gentilhombre de cámara, de los que desciende la saga de los Ojeda Perpiñán, de la que nos hemos ocupado en ocasiones anteriores, entre cuyos miembros se encontraba D. Alfredo de Ojeda Perpiñán, que fue Alcalde de Zaragoza y Presidente de la Diputación Provincial.

El documento tiene indudable interés, dado que era poco frecuente que lo conservaran los usuarios, pues tenían que entregarlo al final del viaje. A través del mismo, podemos conocer algunas de las características de aquellos viajes en diligencia.

En el billete se indica que su precio fue de 400 reales, una cantidad importante y que correspondía a los asientos 5 y 6 “de interior”. Es posible, por lo tanto, que Dª. Agustina viajara acompañada. Como equipaje llevaba un baúl, un saco de noche y una sombrerera. Como ese conjunto excedía en peso de las 50 libras a que daba derecho a transportar el billete, tuvo que abonar 20 reales por las 25 libras de más.

Algunos de esos datos los comentaremos más adelante, pero ya podemos señalar que el viaje se inició en Madrid, a las once de la noche del 12 de julio de 1854, aunque el billete había sido expedido el día 9 de ese mes. Además, era preciso presentarse en el punto de partida con dos horas de antelación a la de salida.

 

         Al dorso del billete aparecen las condiciones en las que se prestaba el servicio, entre las que destacan las indemnizaciones que abonaba la compañía, en caso de pérdida de alguna parte del equipaje, salvo que hubiera sido ocasionada por incendio involuntario o robo a mano armada, algo no demasiado raro en algunos trayectos. También se prohibía llevar animales en el interior del carruaje y sólo podían ser transportados pájaros enjaulados, pero en la baca.

 

         La compañía de Diligencias-Postas Generales había sido creada en 1849, tras la fusión autorizada por el Ministerio de Comercio de las compañías “Diligencias Generales de España” y “Postas Peninsulares”, llegando a ser la más importante de España.

         Su sede en Madrid estaba en la calle Alcalá 15 y, en Barcelona, en el número 2 de la Rambla de Santa Mónica. Tenía varias líneas, aunque el número de sus viajeros que, en 1848, ascendieron a 85.006 personas, era muy inferior al de las compañías de diligencias en otros países.

 

Los carruajes tenían tres clases de asientos: berlina, interior tres clases de asientos, la berlina, el interior y cupé. La berlina era la clase más cara; estaba situada en la parte anterior, justo detrás del pescante con un asiento transversal normalmente para tres plazas, ventanillas de cristales al frente. El “interior” estaba detrás de la berlina, en el centro del carruaje, con dos asientos transversales en varias filas.  Detrás del pescante, sobre el techo del carruaje y delante de la barandilla estaba el departamento más económico, el cupé, formado por un asiento transversal para tres plazas abierto por delante con cubierta de cuero para los pies y las piernas que se unía a una capota. Sobre la diligencia estaba la Baca, donde iban los equipajes.

 


         No todos los modelos de diligencias eran iguales y estas imágenes corresponde a algunas de ellas. Al frente de ellas, en el pescante, iba el mayoral que era el responsable del viaje y el representante de la compañía. Además de guiarla, se encargaba del cuidado del carruaje, de su limpieza y mantenimiento. Como ayudante llevaba al zagal que solía llevar las riendas y, en los tramos difíciles, podía bajar para facilitar el paso. En esta última imagen, sobre una de las caballerías puede verse al postillón, que era la persona encargada del tiro. En cada una de las postas en la que se detenía, se cambiaban los caballos y el postillón retornaba a la anterior posta con las que habían hecho el último trayecto, subiendo otro postillón.

Las casas de postas estaban situadas cada 20 o 22 kilómetros, aproximadamente, y, en ellas, además de cambiar el tiro, los viajeros podían tomar algún refrigerio y descansar, por lo que los viajes duraban mucho. Por ejemplo, para recorrer los 400 kilómetros que separan Barcelona de Valencia se empleaban tres jornadas, por lo que en el viaje de Madrid a Zaragoza se emplearían algo más de dos.

Podríamos extendernos en otros aspectos, como el mal estado de las fondas donde los viajeros debían pernoctar, muy criticadas por los extranjeros que recorrían España, pero lo haremos en otros artículos.


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