sábado, 5 de noviembre de 2016

Así se viajaba


            D. Fernando Castellot Lamelas nos ha remitido esta curiosa fotografía que viene rotulada como “el autobús de Mariano Gimeno a su llegada a Zaragoza”. Es verdad que se trata de uno de aquellos legendarios autobuses que partían desde Borja y tenían su garaje junto a la curva del hospital. Pero la fotografía no está tomada en la capital aragonesa, sino que, como ha precisado nuestro experto geógrafo D. Leandro José Galindo, lo que aparece en la imagen es la plaza de la Seo de Tarazona. Los edificios no son iguales ahora; pero al fondo se ve el puente sobre el Quéiles y el arranque de la calle Marrodán.

            Sin embargo, el interés de este testimonio gráfico radica en poner de manifiesto las condiciones en las que se viajaba, con multitud de bultos en el interior y en la baca, desde la que el conductor y el cobrador (la cartera está colgada del piloto trasero) bajan un cerdo, no sabemos si vivo. En trayectos más cortos, la baca era ocupada también por los viajeros, sentados sobre los bultos y hasta ataúdes, como en el caso de una famosa anécdota, de todos conocida, en la que, en el transcurso de un trayecto, del ataúd salió una mano, mientras la persona que se había guarecido en el interior preguntaba “¿Llueve u qué?”, provocando el espanto de su compañeros de viaje entre los que hubo algún herido al arrojarse a la carretera.




            Ya hemos publicado otras imágenes de esa empresa, entre ellas la de un autobús aparcado en la plaza de España de Borja, movido por gasógeno, artilugio utilizado en la postguerra (el calderín que se ve en la parte posterior) para impulsar el vehículo, dada la escasez de gas-oil y gasolina por la que atravesamos en aquellos momentos de bloqueo.



            A Zaragoza se viajaba en el ferrocarril de Borja a Cortes, para enlazar allí con los trenes que llevaban a la capital, o en los autovías como el que aparece en la imagen, en el que puede verse a D. Mariano Gimeno, propietario de la citada línea de autobuses. Después se hizo en los de la empresa Hernández que tuvieron y siguen teniendo la concesión y a los que se apedreaba en aquellos dramáticos momentos del cierre de nuestra línea, al grito de “¡Tren, sí! ¡Coche, no!”. Otros tiempos…

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