miércoles, 30 de noviembre de 2016

La llegada a Borja del cardenal Casanova


         Que D. Vicente Casanova y Marzol (1854-1930), obispo de Almería, arzobispo de Granada y creado cardenal en 1925, ha sido una de las personas más ilustres nacidas en Borja constituye un hecho indudable y su recuerdo permanece vivo, tanto en el Museo de la Colegiata como en nuestro Centro, donde tiene dedicado un busto. Ahora hemos sabido que el retrato, realizado por D. Baltasar González, y que donó a la Alcaldía de Borja, al ser consagrado obispo, va a ser restaurado por el M. I. Ayuntamiento, cosa que merece ser resaltada. Este lienzo ofrece la particularidad de haber sido retocado al ser creado cardenal, pues mientras los hábitos corales que viste son del color propio del episcopado, la birreta que está sobre la mesa y los guantes son del color carmesí, propio de la condición de cardenal que se hace constar en la cartela que figura al pie.




Al hilo de esta noticia queremos comentar el eco que, en su ciudad natal, volvió a suscitarse en 1925, a través de las informaciones publicadas en Ecos del Moncayo, ilustradas con las imágenes que reproducimos, lógicamente de escasa calidad.
En aquellos momentos, el protocolo pontificio era muy estricto, a la hora de honrar a los nuevos purpurados. El día 5 de abril de ese año, se procedió a la entrega del solideo cardenalicio en la catedral metropolitana de Granada, acto al que dedicó su primera página el semanario borjano, informando de la asistencia al mismo de la corporación municipal de esa ciudad, bajo mazas, los Gobernadores Civil y Militar; el Presidente de la Audiencia; el Rector Magnífico de la Universidad; la Diputación Provincial; la Real Maestranza de Caballería; el Cuerpo Consular y representaciones de todas la entidades de la ciudad.

El nuevo cardenal penetró en el templo llevando a su derecha a los obispos sufragáneos de Málaga y Guadix y a su izquierda a los de Almería y Jaén. A las doce en punto del mediodía, llegó el Guardia Noble conde Scipione Ambrossi, que había sido comisionado por el Papa Pío XI para entregarle el solideo, el cual era acompañado por los cónsules D. Jorge Casinello y D. Luis Pelsmáker. Tras la lectura del Breve Pontificio, el Guardia Noble pronunció unas palabras a las que respondió el nuevo purpurado, agradeciendo el gesto del Pontífice al que imploraba su bendición para los fieles granadinos. Tras esta solemne ceremonia se ofreció una recepción a todos los asistentes en el Palacio Arzobispal y, posteriormente, un banquete de gala en honor del conde Ambrossi.



         El 16 de abril tuvo lugar en Madrid la imposición de la birreta y, en esta ocasión, sí desplazó a la capital de España un amplio grupo de borjanos, presididos por el Alcalde D. Juan Antonio Alzola, que aparece en la imagen con el cardenal. Ecos del Moncayo dio cuenta de los nombres de todos ellos: el arcipreste D. Manuel Peiro, el sacerdote D. Pablo Pérez Montorio; D. Pedro A. Bermejo; D. José Garitagoitia; D. Manuel Sanjuán; D. Rafael Castro; D. Manuel Val; los sobrinos del cardenal, Fausto, Pedro, Marcos, Narciso, Nicolás y Vicente Salillas, así como las sobrinas Generosa Marzol y Aurelia Rivas; también su primo D. Bernardo Fraguas y el firmante de la crónica con las iniciales M. F. Otro grupo presente, con borjanos residentes en Madrid, estaba integrado por D. César Manero, párroco de Alcalá de Henares y su hermana Felisa; D. Teodoro Sancho; D. Federico Bordejé y señora; D. Nicasio Ortín y señora; Dª Jesús Castillo; José Martínez; Juanito Marzol y las hermana de Santa Ana, Tomasa y Petra. Los primeros fueron a visitar  nada más llegar a Madrid el día 15. Se hospedaba en la residencia de la calle del Buen Suceso, donde había sido párroco, y no le importó que aparecieran sus paisanos  a las nueve y media de la mañana para recibir las tarjetas de invitación.



         El acto que les había congregado se celebró a las once de la mañana del día 16 en la capilla del Palacio Real, con asistencia de SS. MM. los Reyes, los cardenales de Burgos y Tarragona, así como los dos que acababan de ser creados, el cardenal Casanova, arzobispo de Granada, y el cardenal D. Eustaquio Ilundain, arzobispo de Sevilla, los cuales habían sido recibidos con honores militares en el patio de la Armería.

         Los Ablegados pontificios entregaron al rey, en bandeja de oro, los Breves por los que se les creaba cardenales, que el Notario de la Real Capilla, Sr. Morales, procedió a leerlos. Seguidamente, D. Alfonso XIII les impuso la birreta, besándoles el anillo y dando el tradicional abrazo. En nombre de los dos purpurados pronunció unas palabras el cardenal Ilundain y, tras revestirse en la sacristía con las vestiduras cardenalicias, asistieron a la Misa de Acción de Gracias oficiada por el D. Juan Benlloch, arzobispo de Burgos y con la participación de la capilla real que interpretó la Misa en fa de Foschini.



         Era lógico que en Borja se esperase con ansiedad la primera visita de “su” cardenal, la cual fue preparada minuciosamente para lo que se constituyó una comisión presidida por el Alcalde e integrada por los Concejales Sres. Cardona, Bermejo y Pérez, así como los Sres. Alfaro y Compans a la que se agregaron después el Delegado Gubernativo del Partido D.Antonio Garvalena; el arcipreste Sr. Peiro; el Ecónomo de Santa María; el Presidente del Consejo de Exploradores, D. Manuel Méndez; los corresponsales de prensa Sres. Alda y Aperte; así como el Director de Ecos del Moncayo.
         La ciudad fue engalanada con los siguientes arcos triunfales: En el paseo, levantado por los Exploradores; en la avenida de Cervantes, el de las religiosas de la Concepción; en la entrada de Santa María, construido por el clero de la ciudad; en la calle Alfonso (actual  Nueva) el que habían sufragado los vecinos de dicha calle y de la contigua de Alberites (ahora Goya); en la calle Moncayo, a cargo también de los vecinos de la misma; y en la entrada a la Casa Consistorial, otro de grandes dimensiones levantado por el Ayuntamiento. La fachada de la sede de la corporación también fue decorada con los escudos de España, del cardenal, de Aragón y de Borja, de los que pendían guirnaldas. Se tapizaron las paredes de la escalera principal y todos los suelos fueron cubiertos con alfombras y numerosas plantas. La fotografía tantas veces reproducida de la Casa Consistorial decorada, no corresponde a esta visita, sino a la que efectuó cuando fue consagrado obispo y nombrado Hijo Predilecto de Borja.
         A esperar al cardenal fueron hasta Magallón, una caravana de cinco automóviles, con los representantes designados al efecto. D. Vicente llegó a esa localidad a las seis menos cuarto del día 14 de junio, siendo saludado por el Alcalde Sr. Cuartero y en la casa de Dª Lorenza Flor le fue ofrecido un “espléndido refresco”.
         Desde allí se dirigió a Borja, en cuyo paseo le esperaban todas las autoridades y el obispo de la diócesis D. Isidro Badía que le abrazó, mientras sonaban todas las campanas de la ciudad y se disparaban bombas reales.
         Ya a pie, marchó la comitiva, precedida por la Guardia Civil, los empleados municipales, los niños de las escuelas y la Banda de Música, hasta Santa María, cerrando el cortejo la Tropa de Exploradores.
         Tras el canto del Te Deum, el cardenal pronunció unas emocionadas palabras, antes de salir con la misma solemnidad hacia la Casa Consistorial. Al pasar por el arco de la calle Nueva, representado en la imagen superior (aunque invertida) le fueron arrojadas flores, mientras se soltaban palomas.

         En el Salón de Reyes el Sr. Alcalde le reiteró al bienvenida que agradeció el cardenal, el cual a requerimiento de la multitud congregada en la plaza, salió al balcón principal para impartir su bendición, seguida de una “ovación ensordecedora”. Para facilitar el desplazamiento marchó después hasta su casa en coche, donde le fueron rendidos honores por la tropa de Exploradores cuya bandera, que el cardenal había regalado, quedó depositada en su interior. Mientras, hubo música y baile en el Campo del Toro, así como en el Casino de la Amistad, que se repitieron los dos días siguientes.



         El día 15 de junio, lo empleó en recibir visitas y a las cinco y media de la tarde se desplazó hasta una casa, con grandes dificultades, pues la multitud congregada a su paso hacia imposible el avanzar.
         A las ocho y media fue a recogerle el Sr. Alcalde para asistir a la cena que había querido tener con 32 ancianos en el Salón de Reyes, la cual estuvo amenizada por la rondalla que dirigía D. Miguel Compans y D. Enrique Embún, y por las jotas que escribió para la ocasión D. Dionisio Pérez Viana, interpretadas por Juan Pasamar.
         Ecos del Moncayo dio a conocer el nombre de los ancianos asistentes: Asunción Palomar, Antonina Jaca, María Ferrández, Bernardo Vicente, Ciriaca Lucio, Francisco Tejadas, Francisca Borobia, Gabina Lajusticia, Hermenegildo Celiméndiz, Juana Cuartero, Jacinto Jaca, Joaquina Serra, José Ruiz, Lorenza Merle, Lorenzo Viamonte, Francisca Navad, María Soriano, Juana Soria, Pedro Lajusticia, Miguela Navarro, Teodora Ferrández, María Pardo, Ambrosio bonel, Eufrasio Portalatín, Isabel Abad, María Nieves Aguarón, Marcos Viamonte, Gregorio Portalatín, Cándido Gimeno, Justo Lajusticia, Rudesinda Navarro y Benito Pérez, los cuales aparecen en la foto que publicó la prensa local.

         Sirva esta larga crónica como testimonio del cariño y orgullo con el que el cardenal era recibido en su ciudad y como recordatorio de la facilidad con la que puede cambiar el sentir de las gentes.

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