Partiendo de la plaza de las Canales y terminando en un estrecho callejón por el que enlaza con la de los Tintes se encuentra esta vía que, anteriormente, fue conocida como calle de los Cerezos.
El nombre actual le fue dado en 1941, siendo alcalde D. Pascual Sorrosal, a propuesta del párroco de Santa María D. Roque Pascual, para honrar la memoria del que fuera párroco de San Miguel, D. Buenaventura Tejadas.
Su denominación se ha mantenido en el callejero borjano, probablemente, porque se ignoraban sus circunstancias personales, ya que, por acuerdo de 13 de septiembre de 1991, la corporación municipal retiró todos los nombres relacionados con la Iglesia, como el del cardenal Casanova, los sacerdotes D. Pablo Pérez Montorio y D. José María Pereda (Mosen Pepe), junto con el de la Romería. Esta decisión se adoptó a pesar de la oposición de 1.495 vecinos que estamparon su firma en una petición para que la medida fuera reconsiderada en lo que, sin duda, constituye uno de los plebiscitos más multitudinarios de nuestra reciente historia, pues hay que tener en cuenta que el número de votantes en las elecciones municipales se sitúa en torno a las 2.500 personas.
En el estudio que, sobre las calles borjanas, publicó el Centro de Estudios Borjanos en 1992, se aportan datos que es preciso ampliar ahora.
Porque, como dio a conocer, el general Nogués en sus memorias, D. Buenaventura Tejadas, con el que estaba relacionado familiarmente, era párroco de San Miguel a comienzos del siglo XIX. Durante la ocupación francesa fue detenido y enviado a Francia. Era un hombre de recio carácter y, durante el traslado, los oficiales españoles que, también como detenidos, le acompañaban, quisieron gastarle la broma de que habían tenido conocimiento de su inmediato fusilamiento. Sin inmutarse, D. Buenaventura les respondió: “Culpa no tenemos; moriremos por Dios y por la patria”, mientras continuaba leyendo su breviario.
Al término de la contienda, fue repatriado y al llegar a Borja pudo comprobar que el dinero que había dejado escondido bajo la imagen del titular de la parroquia había desaparecido. Actualmente, puede admirarse en el museo de la Colegiata y, en ella, aparece el santo con los demonios a sus pies. Por eso, el buen párroco comentó: “Yo tengo la culpa; si hubiera puesto el dinero debajo del Santo, no habría el demonio avisado a sus amigos los gabachos para que me lo robaran”, porque lo había situado, entre la figura de uno de los diablos y la peana sobre la que se asienta.
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