El 6 de junio de 1532 nació en Caserta (Italia) el cardenal Giulio Antonio Santorio, al cual algunos autores atribuyen la redacción del llamado “Evangelio de Bernabé”, como venganza por no haber sido elegido Papa en 1592.
De este
supuesto evangelio se conocía una versión en italiana que nada tenía que ver
con otro “Evangelio de Bernabé” desaparecido, del que se tenía noticias desde
el siglo VI, por haber sido citado en el Decreto Gelasiano de libros aprobados
y no aprobados.
El que
nos ocupa parece haber sido redactado en el siglo XVI consta de 222 capítulos y
ofrece una visión de la figura de Cristo radicalmente opuesta a la de los
evangelios canónicos, dado que en ella aparece como un simple profeta, que
anuncia la llegada de Mahoma, como auténtico mesías que finalizará el proceso
de la revelación de Dios a los hombres. No solo niega la divinidad de Cristo,
sino que incluso afirma que quien murió en la cruz fue Judas.
En 1976
fue encontrada en Australia una versión incompleta del mismo, escrita en
castellano, con una introducción en la que se atribuye su traducción a Mustafá de Aranda, un morisco natural de
Ambel y residente en Estambul. Esta es la razón por la que lo comentamos
hoy.
Naturalmente,
la propia existencia de ese morisco y la del bibliotecario del Papa “Fray
Marino” que fue quien descubrió el evangelio, tras lo que se convirtió al
Islam, deben ser cuestionadas, pero el intento de síntesis entre el
Cristianismo y el Islam, ha sugerido la posibilidad de que la creación de ese
texto tuviera clara intencionalidad de defensa por parte de las comunidades de
moriscos granadinos, cuando se sintieron perseguidos, estableciéndose un
posible nexo con los famosos plomos del Sacromonte, falsificados también en esa
misma época.
Lo
cierto es que el texto tuvo una amplia difusión entre las comunidades moriscas
establecidas en el norte de África y, en nuestros días, ha sido utilizado por
los más radicales islamistas como prueba de la supremacía de su religión frente
a la fe cristiana.
Aunque,
sobre su origen y finalidad, existen numerosas teorías, comoquiera que algunos,
como el Prof. Wiegers, de la universidad de Leiden, han defendido la autoría de
ese morisco de Ambel, hemos querido recordarlo hoy dada la curiosidad del nexo
existente entre esa villa y esta compleja disputa que sigue despertando gran
interés actualmente, como lo prueban los diversos estudios publicados.
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