Hace unos días al reseñar una obra sobre la pintura de Vicente Berdusán conservada en Navarra, veíamos en su portada la reproducción de un lienzo en el que estaba representada la imposición a Santa Teresa de Jesús de un collar y un manto, por parte de la Virgen y San José.
Se da la circunstancia de que, en la planta baja de la Casa
de Aguilar, puede verse otro lienzo de características similares, procedente de
la colección Sánchez del Río, frente al que hemos podido comprobar que, a pesar
de ser untema iconográfico muy querido en el ámbito carmelitano, aún sigue
sorprendiendo a algunas personas.
Fue el 15 de
agosto de 1561 cuando, encontrándose Santa Teresa asistiendo a la Santa Misa en
el convento dominico de Santo Tomás de Ávila, tuvo una visión que relató así en
el capítulo XXXIII del libro de su vida:
“Pareciome, estando así, que me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad, y al principio no veía quien me la vestía; después vi a nuestra Señora hacia el lado derecho y a mi padre San José al izquierdo, que me vestían aquella ropa; dióseme a entender que estaba ya limpia de mis pecados. Acabada de vestir, y yo con grandísimo deleite y gloria, luego me pareció asirme de las manos nuestra Señora: díjome que la daba mucho contento en servir al glorioso San José... parecíame haberme echado al cuello un collar de oro muy hermoso, asida una cruz a él de mucho valor. Este oro y piedras es tan diferente de lo de acá, que no tiene comparación... Era grandísima la hermosura que vi en nuestra señora, aunque por figuras no determiné ninguna particular, sino toda junta la hechura del rostro, vestida de blanco con grandísimo resplandor, no que deslumbra, sino suave. Al glorioso San José ni vi tan claro, aunque bien vi que estaba allí... parecióme que los veía subir al cielo con mucha multitud de ángeles”.
Estaba la Santa en aquellos
momentos, tratando de llevar a cabo la reforma de su orden y la visión le dio a
entender que contaba con la aprobación de la Virgen y San José, al que profesaba
especial veneración. De ahí que este tema fuera reproducido numerosas veces
para los conventos carmelitas.
Hemos revisado varias de esas obras
y curiosamente es la conservada en la Casa de Aguilar una de las que mejor se
adaptan a la descripción de la visión, con el manto blanco y, sobre todo, con
ese collar del que pende una cruz de oro, engarzado de piedras preciosas.
Corresponde al Dr.
Aguilera Hernández el mérito de haber atribuido a esa obra al pintor Jacinto
Navarro Burena, establecido en Mallén, al que el 2 de julio de 1642 le fue
encargada una representación de la Sagrada Familia para presidir el retablo de
la capilla que la cofradía del Santo Patriarca tenía en el claustro de la
colegiata, la cual ofrece notables semejanzas estilísticas con el lienzo de la
Casa de Aguilar.
De Jacinto
Navarro no se conoce su origen ni otros datos, por el momento, salvo que
residía en Mallén cuando le fue encargado el lienzo de la Sagrada Familia. Pero,
aunque no fue un artista de primera línea, el cuadro de Santa Teresa está
resuelto con dignidad y, sobre todo, con un buen conocimiento de la visión de
la Santa que representa.
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